lunes, enero 24, 2011

El duelista en calzoncillos

Que la gente de la farándula suele ser "rara" lo sabe todo el mundo. Y que se anima con demasiada vehemencia a levantar tormentas en vasos de agua, también. A finales del siglo XIX en Bilbao un estreno teatral no gustó al público, lo que incomodó sobremanera al autor. Éste, para disimular su fracaso o desahogar su iracundia, designó como culpable al responsable de la partitura. Y hacia él que se fue imprecándole de manera grosera e insolente.
El episodio se tradujo en concertación de hora, lugar y envío recíproco de padrinos. Pero, una vez en su casa y buscando la indumentaria apropiada para una ocasión tan solemne como suele ser lavar el honor a tiros, el arrebatado literato reparó en que su armario no contenía calzoncillos o camisetas que no estuvieran descosidos o cien veces remendados por mor de sus penurias económicas. Ya sabemos que tan importante -si no más- es el atuendo interior como el exterior.
Aterrado ante la posibilidad de ser visto en semejante tesitura, mandó recado a todos sus allegados para que le hiciesen llegar alguna muda en condiciones. Tal fue la diligencia de sus amigos que a media tarde la casa del duelista parecía una mercería.
Al alba, en un pinar de las Arenas se encontraron los contendientes pero, casi antes de que los padrinos hicieran las advertencias de rigor, apareció la Guardia Civil que puso fin al lance antes de que se iniciara.
Hubo algunos que opinaron que fue el propio autor quien dio chivatazo a la Benemérita, aunque con el barullo de la petición de calzoncillos bien podría haberse enterado todo Bilbao de lo que iba a acontecer.
Se ignora qué fue de aquella ingente remesa de ropa interior, aunque conociendo a la gente del teatro, lo más probable fuera que el autor la empeñase. Eso sí, con el honor a salvo.