miércoles, enero 18, 2006

Madrugada herida

Me llamaste con voz atardecida,
se dobló tu sonrisa como una flor pálida,
estaban las palabras perdidas en el aire
del amanecer quebrado en camino sin retorno.
Quedó en piedras escrito
el nombre de tu ausencia,
irrumpiendo, voraz como un incendio,
en la noche mineral y lúcida
donde los moradores de la nada
queman su óxido de sombras
para arder en inútiles empeños.

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