jueves, diciembre 08, 2005

Leyenda del examinando

Me contaron como cierto que M. era un estudiante de Derecho relativamente aplicado pero al que se le había atragantado la asignatura de Derecho Procesal de 4º curso. Y tamaño debió ser el atragantamiento toda vez que era la única asignatura que le quedaba pendiente para terminar la carrera. Comprobado que en la Facultad de Derecho de su ciudad no sería capaz de aprobar, decidió matricularse en la Facultad de otra ciudad con fama de "coladero". Y allí que se encaminó M. un buen día, con la asignatura más o menos dominada. Como pertenecía a familia de posibles, se alojó en un hotel céntrico y, tras asearse y deshacer el equipaje, salió a darse una vuelta. Al regresar a media tarde y dispuesto a repasar los temas para el examen del día siguiente, comprobó que su hotel colindaba con el Casino Principal de la ciudad y decidió entrar a tomar un café. Había señores de mediana y avanzada edad distribuídos por las mesas y butacones, jugando a las cartas, leyendo o charlando. M. disolvía parsimoniosamente el azucarillo en el café cuando uno de aquellos señores se dirigió a él invitándole a jugar al tute puesto que un habitual había enfermado y se encontraban compuestos y sin jugador. M. pensó que aquello le serviría de distracción y allá que se lanzó a la vorágine del tute. Lo estaban pasando fenomenalmente bien, así que cuando M. dijo que se debía marchar, sus compañeros de timba protestaron e iniciaron toda una suerte de halagos para que continuara. M. agradecía aquella muestra de afecto, pero les explicó que había viajado para examinarse de la última asignatura de su carrera, y el examen era la mañana siguiente y él debía repasar. Le preguntaron de qué se examinaba y contestó que de Derecho procesal. Ante su estupor, los tres jugadores comenzaron a reír ruidosamente y a darle palmadas en el hombro. Las risas continuaron hasta que uno de ellos le dijo, ya más serio, que él era el catedrático de Procesal.
- ¿Usted es don R. G. O.? -preguntó estupefacto M.
- Claro, hijo mío. De ahí nuestra hilaridad. Mire, amigo mío, dígame cuál es el tema que mejor lleva usted para el examen de mañana.
- Pues... las medidas cautelares lo llevo muy bien.
- Ya está. Usted se queda jugando con nosotros.
- ¿Cómo?- Está muy claro. Cuando mañana le toque su turno para el examen y saque la bola con el tema a desarrollar, sea cual sea la bola, usted expone "las medidas cautelares". Como yo estoy sobre aviso, le examino del tema que usted lleva mejor.
- Pero, ¿seguro?
- Desde luego que sí.
- No se le vaya a olvidar y mañana haga yo un ridículo espantoso.
- Descuide, ¿cómo se me iba a olvidar?
Y de ese modo, continuaron la partida hasta altas horas de la noche, en medio de risas, bromas, una apetecible cena bien servida y mejor regada.
A la mañana siguiente, M. se encaminó con cierta resaca combatida por abundantes dosis de cafeína hacia la facultad de Derecho. Entró en el aula donde los alumnos se examinaban oralmente y en centro de la mesa del tribunal, descubrió a don R. G. O. muy serio y con menos síntomas de resaca que él mismo.
Al llegar su turno, M. extrajo la bolita que rezaba: "Tema 26. Recursos y reposiciones", sonrió al catedrático, que ignoró su sonrisa, y comenzó a desarrollar "las medidas cautelares". El catedrático le interrumpió.
- Su tema es el 26. Y Usted me está desarrollando el 18.
M. sonrió cómplice, se disculpó y volvió a la carga con el tema 18.
- Perdone usted, pero me sigue desarrollando el tema 18.
M. empezó a ponerse nervioso.
- Disculpe señor G. O., pero en mi temario el tema 26 es "Medidas cautelares".
- ¿Pues en qué temario ha estudiado usted?
- ¡¡ En el de Heraclio Fournier!!
El catedrático le miró sorprendido y vio al joven que había compartido su timba la noche anterior. Esbozó una leve sonrisa.
- Ah, entonces va usted muy bien.
Y así resultó cómo el examinando obtuvo un sobresaliente en la última asignatura de su carrera.

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