miércoles, noviembre 28, 2007

Argucias femeninas

Bernard Shaw recibe una carta de una tal mistress Huysmann, coleccionista de autógrafos, que solicita uno del genial comediógrafo quien, en breve epístola llena de satíricas observaciones acerca de los coleccionistas, contesta negándose terminantemente a lo solicitado.
Mistress Huysmann, en otro escrito, le replica diciéndole que reyes, ministros, grandes escritores e insignes artistas han accedido siempre a sus peticiones, y que ahora él, Bernard Shaw, un autor "meramente afortunado", no se lo concede.
El autor de Pigmalión vuelve a escribir a mistress Huysmann: "Señora, creía que sería usted inteligente y que pondría en su colección el autógrafo mío en que se lo negaba".
La contestación, como puede apreciarse, estaba cargada de ironía. Pero mistress Huysmann supo responder: "Es que yo no quería un autógrafo, sino dos".

domingo, noviembre 25, 2007

Velatorio

Me ha gustado cómo han obsequiado a Fernán Gómez en su velatorio con una pareja de tanguistas bailando y Morente cantando Caminito. Fue una despedida alegre.
Y, al socaire de esta circunstancia, he recordado entre el espanto y la hilaridad un velatorio al que acudí hace ya muchos años, cuando se estilaba la costumbre de reunirse en casa del finado para acompañar a su familia las horas previas a su inhumación.
Ensayábamos con el teatro universitario (tendríamos dieciocho o diecinueve años) la comedia de Mihura Melocotón en almíbar, cuando falleció el padre de un íntimo amigo, que también pertenecía al elenco artístico. Al terminar el ensayo me acerqué a su casa para estar con mi amigo y lo saqué a cenar un bocadillo para "airearle" del grupo de familiares que rezaban el rosario en el comedor, mientras su difunto padre descansaba, ya acomodado en el féretro, en su dormitorio.
Al volver, la reunión se limitaba a la viuda, un par de tías, tres señoras más y nuestro común amigo Alfonso, que había llegado mientras nosotros estábamos fuera y nos esperaba. Nos sentamos en el comedor justo en el momento en que Alfonso le pontificaba a una de las tías las excelencias de los supositorios de glicerina para combatir el estreñimiento, los Rovi, en concreto. Mi amigo y yo nos miramos a punto de soltar la carcajada, pero nos contuvimos. Entonces, una de las señoras, nos preguntó si habíamos visto las obras de la "cópula" del Pilar. Con aturdimiento negamos con la cabeza, pues nos resultaba difícil articular palabra sin que se desatase la risotada. Y la buena señora continuó perorando sobre las citadas obras. A la decimoséptima "cópula", me levanté aparentando la gravedad más imperturbable para salir de la habitación, pero me frenó en seco la entrada de una señora de edad provecta, prima del difunto.
-Hola, Manolita, ¿cómo estás? -preguntó la viuda amablemente.
-Uy, Carmina -respondió la señora-, peor que el pobre Jaime (aludiendo al finado).
Mi amigo y yo salimos a la carrera estallando en carcajadas y nos refugiamos en el balcón, donde hacía un frío que pelaba porque era diciembre.
Se agradece una despedida alegre.

viernes, noviembre 23, 2007

Compartir


Te sonrío despacio
con mis ojos de siempre,
compartimos el fuego,
y cuando uno,
que es puerta del otro,
abre, se filtra en un torrente
tu latido ávido de mí,
mi ansia por ahogarme
entre tus besos.
Siete besos.

miércoles, noviembre 21, 2007

Adiós











Buen viaje, Maestro.

El actor y el sastre

El eximio actor Emilio Thuiller cuidaba siempre la pulcritud y la elegancia indumentaria (las gentes del teatro somos un poco raras). Para una comedia necesitaba un frac azul y lo encargó a su sastre habitual quien, apenas lo hubo terminado, lo llevó al teatro para ver si le satisfacía.
No sucedió esto último, y el sastre, defendiendo su propia obra, dijo:
-Fíjese usted, don Emilio, que este frac le sienta a usted como un guante.
-No lo niego -respondió el actor-; pero yo hubiera preferido que me sentara como un frac.