domingo, febrero 22, 2009

Matrimonio abierto


Todo el mundo sabe que Manuel Filiberto de Saboya-Aosta, duque de Aosta y Apulia e hijo de Amadeo I, fue príncipe de Asturias durante dos años.Pero lo que no saben algunos es que en su matrimonio con la princesa Elena de Francia reinaba la felicidad porque uno no se metía en la vida del otro. Lo que hoy llamaríamos una "pareja abierta". Ninguno de ellos se consideraba obligado a la fidelidad conyugal siempre que las cosas se "hiciesen" con discreción y estilo.Cierta noche en un lujoso hotel de Livorno el ex príncipe de Asturias, que se encontraba en una habitación con excelente compañía, escuchó a través de la pared de la estancia contigua unos quejiditos femeninos harto familiares. Picado por la curiosidad llamó por teléfono al portero preguntando quién se hospedaba en la estancia de al lado. El empleado, pensando que se trataba de una pregunta de mero trámite, respondió que su ocupante era la duquesa de Aosta.A la mañana siguiente Manolo (así le llamaban en casa) muy galante, envió a su mujer un ramo de rosas con el siguiente billete: "Espero que hayas pasado una buena noche, cariño".

lunes, febrero 16, 2009

Después

En mis manos se ha agitado un personaje desnudo y lo he procurado vestir de alma. ¿Mi alma propia o la que he creado para este personaje? No, no soy yo. Me puse mis máscaras ideales para engañar al público, para cautivarlo, conmoverlo. Me he desprendido de mi mismo para ser otro. He intentado que la palabra fuese la voz del amor, de los huesos y de la sangre. Palabra que teje la vida: Pasión, soledad, dulzura, muerte... Aunque, al final, cuando haya descendido el telón, todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.
Vuelvo a ser yo. Un hombre, simplemente.

lunes, febrero 09, 2009

Antes

Tengo miedo. Tengo miedo a la lluvia, y a esos pájaros de nubes que avanzan lentamente grises. Y al silencio que viene conmigo a todas partes. Tengo miedo a la palabra olvido.
Me asomo a ese océano inevitable para dejar mis palabras desnudas, sin velos, en el aire, sintiéndome como un viajero que llega a una estación donde no le espera nadie.
Tengo miedo a pensar que una palabra, un gesto, la efímera existencia de una mirada no correspondida pueda romper la figura azul del mar.
Pero sube el telón y dejo de ser yo.