martes, diciembre 16, 2008

Aplausos a una mano

Se estrena un drama en el Teatro Español de Madrid. Ha terminado el segundo acto entre frenéticos aplausos y el público, en pasillos y vestíbulo, comenta el éxito de la obra. Alguien dice:
-A Valle-Inclán, que no es fácil de convencer, le encanta la obra. Pocas veces he oído de sus labios elogios tan sinceros y calurosos.
-Pues yo -replica otro individuo del grupo- tengo mi butaca al pie de su palco y no le he visto aplaudir ni una sola vez.
En esto, el propio don Ramón, que se acercaba y había escuchado el breve diálogo, preguntó al que había hablado últimamente:
-¿Quería usted que me pusiera a darme palmadas en la frente con la mano que me queda?
(Para Mer, que tiene una mano averiada y no aplaude, pero nos regala su sonrisa luminosa)

jueves, diciembre 11, 2008

Palabras Desnudas


Han venido a verme las palabras, muchas, quizá todas. Las he desnudado y descubrí un lento perfume de luz en su piel, un contacto líquido de tinta y de papel.
Las he desnudado porque quería su voz, pero estaban mudas. He querido recordar en ellas los pasos que tantas veces hemos caminado juntos sobre el papel, pero quedaron quietas, mirando el recuerdo de una luz, un perfume, una tinta, una piel. Caminamos sobre el papel hacia nosotros mismos pero envueltos en otra piel.
Las palabras están desnudas.
"En las palabras vive lo que vivió ayer,
pero nunca lo mismo tiene segunda vez
".

lunes, diciembre 08, 2008

Duelo de miradas

Los ojos se posan en otros ojos, un fragmento de tiempo que puede resultar fugaz y perdurable. Es un juego. Los adversarios se miran con mayor o menor intensidad sabiendo que la próxima vez el momento sea más extenso quizá. Timidez, audacia, seguridad o desdén según el ánimo, o la intención. Sigue siendo un juego.

Miramos tantas veces y no vemos y vemos tantas veces sin mirarnos, que el juego de mirarse a los ojos está a punto de perderse en miradas vacías. Sin rozar lo interior el ojo sueña, roza, palpa, desvaría impreciso hasta congregarse entre sombras como si de una luz inmadura se tratase.

Pero el juego vuelve. Se mantienen firmes las miradas, no es posible el parpadeo, y un latido hondo y dulce golpea suavemente, como llamando a una puerta invisible. Los ojos fijos. Es un juego.

Y como en todo juego que se precie, siempre son los niños —cuanto más pequeños, más diestros— los que resultan invencibles en un duelo de miradas. ¿Será por su inocencia, por su seriedad?

viernes, noviembre 28, 2008

Muñoz Seca, humor hasta el final




Pedro Muñoz Seca no daba paz a su pluma. No bien había echado el telón a una comedia empezaba con otra, acuciado por la continua demanda de títulos que le hacían todas las empresas teatrales de Madrid, y por mantener a sus nueve hijos.
Un día le preguntó un señor:
―Oiga, don Pedro, ¿no cree que usted podría haber llegado a ser universalmente famoso de haberse dedicado a otro género teatral distinto del que cultiva?
Muñoz Seca adivinó lo que podría haber detrás de la pregunta y le contestó sin inmutarse:
―Acaso no le falte razón. Yo también lo he pensado muchas veces desde que llevo escribiendo teatro. Pero si cultivo este género es por una razón muy poderosa: Yo siempre he dicho y pensado que prefiero que el día de mañana mis nueve hijos se paseen en coche alrededor de todas las plazas del mundo, que no tengan que pasearse a pie y sin dinero alrededor de mi estatua.
El autor de La venganza de don Mendo, era propietario, fruto de los esfuerzos y fertilidad de su pluma, de una casa en Madrid que tenía arrendada. Tenía varias plantas y los vecinos le solicitaron que instalara un ascensor para comodidad de todos. Él se puso a estudiar el asunto e inició el proyecto. Comoquiera que en ese lapso de tiempo tuvo lugar el advenimiento de la República, uno de los vecinos colocó un cartelito en el portal del edificio dirigido al dueño, de conocida tendencia monárquica que rezaba: “Una, dos, tres, ¡Fuera el Rey!”. Al día siguiente podía leerse bajo la esquela lo siguiente: “Una, dos, tres y cuatro, ¡Hay ascensor para rato!”.
Fue Muñoz Seca autor de fertilísimo ingenio, de copiosa inventiva, de personalidad inconfundible hasta ser creador de una manera y un estilo que abriría la puerta posteriormente a los más jóvenes autores del teatro del absurdo como Jardiel Poncela y Mihura.
Al estallar la Guerra civil, fue detenido en Barcelona, donde se estrenaba La tonta del rizo, acusado de tener ideas monárquicas y trasladado a Madrid, a la recién creada Cárcel para hombres, número 2 ―establecida en el colegio de los Escolapios de san Antón. Un día les dijo a sus carceleros: “Me podéis quitar todo, la familia, la libertad, mis bienes. Pero, ¿sabéis lo que no podréis quitarme jamás? El miedo, este miedo horrible que tengo”.
El 28 de noviembre de 1936 fue sacado de la cárcel, como otros miles de prisioneros, y fusilado sin juicio alguno. Antes de ser ejecutado se dirigió a sus verdugos diciéndoles: “Me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades”.
A Pedro Muñoz Seca le asesinó la barbarie. Porque la barbarie no sabe reírse. Ni entiende de cultura. Ni lee un solo libro. "Y odia tanto, que no tiene tiempo para pensar".

jueves, noviembre 27, 2008

Cuerpo de mujer

—¿Hay acaso algo más absorbente en este mundo que un cuerpo femenino? Algunos hombres prefieren aventurarse en regiones remotas e ignoradas de la Tierra para explorar desiertos pedregosos e inhóspitos, o florestas silentes, o cavernas abruptas. Para otros, el mayor misterio es un cuerpo de mujer. Cada centímetro, cada lunar, cada pliegue, cada brizna de piel.
—Eso podría interpretarse como un ejercicio de culto al cuerpo. ¿La mujer pensará de igual manera respecto al hombre? ¿Creen hombre y mujer del mismo modo?
—Claro. Toda relación sexual es un ejercicio de culto al cuerpo.
—¿No es como una ceremonia religiosa con su ritual propio y cuya culminación es un acto donde cada uno absorbe la sustancia del otro?

domingo, noviembre 16, 2008

Poéticas mentiras

Desoye tu corazón, actor, y prepárate. Vas a mentir. Tus mentiras guardan secretos sutiles de color y de forma, están manipuladas, metódicamente estudiadas. Lo has estado ensayando, recuerda, la práctica debe siempre preceder a la perfección. Las mentiras que de ti emanen vienen de otras mentiras creadas. ¿Qué interés tiene hablar de la dependienta de la panadería si no es para crear una mentira a su alrededor? ¿O del administrativo de la oficina si no es para inventarle una nueva vida absolutamente falsa?
La realidad de la vida nada tiene de mentira, sólo el artista, el creador, puede mentir de una manera irresponsablemente hermosa. La realidad es vulgar, la mentira es arte y placer. Como dijo Platón: "la poesía y la mentira son artes que no dejan de tener relaciones mutuas".
Recrea las mentiras, actor, que la Vida querrá entrar después en este círculo encantado.

viernes, noviembre 07, 2008

Supersticiones y trolas

Es bien sabido que el color amarillo está considerado de muy mal agüero en el ambiente teatral. Y abundan entre la gente del teatro las supersticiones: No se pueden dar vuelta a las sillas, ni sentarse a la mesa del apuntador, ni silbar, ni siquiera hacer calceta durante los ensayos.
Pero la más extendida es la de evitar el color amarillo en los decorados, en los vestidos, en los carteles, en los programas...
Esta superstición tiene su origen en que era amarilla la bata que vestía Molière el 17 de febrero de 1673, durante la cuarta representación de El enfermo imaginario, en la que el glorioso autor-actor halló la muerte.
Pero como hay tenaces y agudos investigadores que lo investigan todo y descubren muchas cosas, han descubierto hace años que la bata que vestía Molière el día de su muerte no era de color amarillo.

Jean Baptiste Poquelin, nombre real de Molière, se había caracterizado siempre por escribir sátiras contra los convencionalismos sociales y terminó siendo víctima de ellos pues, pese a que solicitó auxilio religioso antes de morir, le fue negado; dos sacerdotes rechazaron darle asistencia espiritual. El Ritual de París, promulgado en 1654, prohibía dar auxilio religioso a rameras, cómicos, usureros y brujos (Como si todos ellos tuvieran algo en común, ¿no?). A estas "gentes" les fue prohibido "recibir la comunión durante sus vidas y sepultura cristiana después de sus muertes".
Molière se quedó sin santos óleos y casi se queda sin tumba a no ser por la intervención del rey Luis XIV, mecenas y padrino de uno de los hijos del cómico, que consiguió que éste fuera enterrado en el cementerio parisino de San José, aunque de noche y sin pompa alguna. El argumento que el rey expuso al arzobispo de París para que el actor descansase en sagrado no tenía desperdicio: Le dijo que si los entierros cristianos se hacían a metro y medio de profundidad, autorizase a inhumar a Moliére un poco más abajo, porque allí la tierra sería menos sagrada.
Moliére fue trasladado en el siglo XIX al recién inaugurado cementerio de Père Lachaise, una de las necrópolis más bellas y selectas del mundo. Y si el visitante poco avisado cree que va a encontrar el famosísimo epitafio que todos quienes no han pisado el cementerio afirman con rotundidad que figura en su panteón, dará más vueltas que una peonza. La célebre frase "Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace muy bien", no existe.
Y de una trola con superstición a otra trola sin ella, pues ya que hablamos de epitafios y cementerios, me viene a las mientes el curioso epitafio que dicen que hay escrito en la lápida de la tumba de Groucho Marx: "Perdone que no me levante". ¡Falso como la promesa de un concejal!
Las cenizas de Julius Henry Marx, Groucho, están depositadas en un columbario del cementerio Eden Memorial Park de Los Ángeles, donde sólo están grabados su nombre artístico, las fechas de nacimiento y defunción, y la estrella de David por su origen judío.

Si no existieran supersticiones en el teatro, ¿quién les quita ahora a todos los cómicos -y cómicas- que han pisado los escenarios durante estos trescientos treinta y cinco años que todas las desgracias que les han ocurrido no se han debido a pura casualidad, a malquerencias de los enemigos, a propia torpeza o escasez de méritos, sino al color amarillo?

lunes, noviembre 03, 2008

La fauna delictiva



(Heraldo de Aragón. 2-11-08. Pág.13)

viernes, octubre 17, 2008

Reescribiendo

A cualquier actor se le ha pasado por las mientes en algún momento reescribir el texto que le ha tocado en suerte. Y algunos lo hacen con cierta naturalidad. "Que el autor se ha muerto y no va a venir a quejarse", solía replicar un buen compañero (y, sin embargo, amigo) cuando le apuntábamos que había alterado alguna parte de su texto.
Los hay que, incluso, añaden "morcillas", esas frases de la propia cosecha e inventiva que ni están, ni han estado nunca en la mente del autor, pero que cómicos con cierto prestigio y muchas tablas las cuelan en sus textos para mayor lucimiento o comicidad.
En ocasiones se plantea el dilema de la fidelidad a los textos originales y casi nunca se llega a un acuerdo; todavía menos en un país como el nuestro en el que el individualismo está tan enraizado y el desconocimiento tan extendido. Todos nos creemos capaces de reescribir textos ajenos para adaptarlos a nuestro antojo o nuestro acento. Si reescribimos nuestra propia Historia en función de intereses personales (disfrazados de intereses políticos o sociales, de tal modo que la Memoria Histórica, ni tiene memoria, ni es histórica...), ¿cómo que no vamos a poder reescribir las palabras de un andoba que las puso en papel en el siglo XVII? Faltaría más.
Ya que los anteriores artículos hablaban del Don Juan Tenorio de Zorrilla, terminemos aquí la "trilogía", con una anécdota sobre la curiosa alteración de los textos.
En el acto del convento, la Abadesa de las calatravas de Sevilla pregunta al iracundo Comendador:
ABADESA.-                ¿Dónde vais, Comendador?

DON GONZALO.-
¡Imbécil, tras de mi honor
que os roban a vos de aquí!
responde el Comendador. Pero... a algunas actrices encargadas de interpretar el personaje de la Abadesa, no les hacía ninguna gracia que las llamaran "imbéciles", así de balde. Y, caramba, no parecía correcto tal epíteto en boca de un comendador y, además, dirigido a una monja. Se establecía el debate sobre si los comendadores podrían utilizar sin sonrojo un lenguaje tabernario o si la palabreja era uno de tantos ripios que tiene la obra. Ganó lo políticamente correcto y se hizo costumbre sustituir "imbécil" por "señora". Se respetaba la métrica del verso, la actriz Abadesa no era insultada y el Comendador quedaba como persona fina y educada.
Mas hete aquí que un actor importantísimo le dio por ser fiel al texto de la obra, se obstinó en no traicionar al glorioso Zorrilla y a la pregunta de la Abadesa, respondió:
DON GONZALO.- ¡Imbécil, tras de mi honor

que os roban a vos de aquí!

Pero en la segunda representación de la obra se llevó una desagradable sorpresa. La actriz Abadesa que, como todos los cómicos de la época, algo entendía de métrica poética, le preguntó:
ABADESA.-¿Dónde vais, Comendador

imbécil?


Y el Comendador se vio obligado a responder:
DON GONZALO.-     ¡Tras de mi honor

que os roban a vos de aquí!

sábado, septiembre 27, 2008

Más sordera

Pero, hablando de sorderas, dice el saber popular que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y en teatro no querer oír puede resultar muy malo, pero no querer hablar puede ser ya pavoroso. Porque, siguiendo con la primera escena del Tenorio, algo muy grave debió sucederle al actor que interpretaba el papel de Butarelli (posiblemente una diferencia económica con el empresario) que le indignó. Y urdió con paciencia su fría venganza.
Se levantó el telón y empezó la acción...
DON DIEGO.- ¿La hostería del Laurel?
BUTARELLI.- ¡En la acera de enfrente!

El "hostelero" cerró bruscamente la puerta y dio con ella en las narices a todo quisque, pues hubo de suspenderse la función en medio de un barullo escandaloso y colosal.
Sorderas, enmudecimientos y mala uva...

viernes, septiembre 05, 2008

Sordera

Muchas veces creo que estoy en un país de sordos. Demasiadas personas hablan sin escuchar lo que les dicen los demás, aferradas a sus palabras, inmersas en un inacabable soliloquio. No atienden las palabras de su interlocutor pensando en lo que van a decir ellas mismas. Realmente no es que no escuchen, sino que ni siquiera oyen otras palabras que no sean las propias.

Compruebo con desánimo que bastantes actores se suman a esta práctica voluntariamente sorderil. No escuchan la otra parte del diálogo porque están preocupados, exclusivamente, por su papel. En algún caso puede atribuirse a la inexperiencia e incluso al temor de interrumpir el texto del interlocutor (pisarle una frase a un actor vanidoso puede suponer que en el primer mutis el petulante se lance a masticarle la nuez al bisoño por privarle de un brillante final de frase con su impericia). Pero en demasiadas ocasiones se advierte una pobre arrogancia, como si el actor considerase que el único papel importante es el suyo. Aunque esto, sospecho que no se da sólo en el teatro.

Lo realmente divertido sobreviene cuando al actor no se le da el "pie" adecuado, entonces -para no quedarse como un pasmado- hay que echar mano del oficio.

Don Juan Tenorio comienza en la hostería del Laurel, en la que, durante las primeras siete breves escenas, don Juan escribe una carta, el hostelero y el criado Ciutti hablan de sus cosas, llega un embozado y después otro. Este segundo embozado que se llama don Diego, al entrar pregunta:

DON DIEGO: ¿La hostería del Laurel?

BUTARELLI: En ella estáis, caballero.

DON DIEGO: ¿Está en casa el hostelero?

BUTARELLI: Estáis hablando con él.

El embozado se acomoda, llegan después dos señoritos sevillanos. Y se desencadena la acción de la trama.

Pues bien. Sin que se sepa por qué, el actor que interpreta al hostelero Butarelli, cuando concluye su diálogo con el primer embozado, don Gonzalo, en vez de quedarse en escena limpiando y trajinando, como indica la acotación de la obra, hace mutis, se marcha. En ese momento entra en escena el segundo embozado, y pregunta:

DON DIEGO: ¿La hostería del Laurel?

Perplejo, advierte que en la hostería sólo se encuentra un embozado sentado a una mesa. No sabe qué hacer. Es imposible que el actor encargado del papel de Butarelli le responda por la sencilla razón de que no está. Breve y angustioso silencio. Pero surge la genial improvisación del primer embozado:

DON GONZALO: En ella estáis, caballero.

Ni está en casa el hostelero

ni estáis hablando con él
.

A veces, en el teatro y en la vida nos toca improvisar frente a la sordera.

miércoles, julio 30, 2008

Siempre se puede tener razón

Dos amigos, actores de profesión, salen de presenciar el fracasado estreno de una obra teatral en Madrid. Uno de los cómicos defiende al denostado autor y dice:

-El público se ha ensañado sin razón. Es un autor de talento.

-No digas tonterías -replica el compañero-. ¡Ni siquiera sabe escribir en castellano!

-¿Y eso qué importa? -arguye el defensor- ¡Tampoco Shakespeare escribía en castellano y era un gran autor!

miércoles, julio 23, 2008

Tus ojos *

Tus ojos nacieron del mar profundo,
como Venus, envueltos
en la espuma de la belleza intacta.
Tus ojos refulgieron al cruzarse
con los míos y me cegaron
en un destello de sentidos.
Hablan con lágrimas cada vez
que han de volverse
para perder los míos,
y aprietan los párpados
al sentir la caricia de mi cuerpo en el tuyo.
Investigan ávidos el momento
de mi llegada, y sonríen con la timidez
de quien ama por vez primera.
Tus ojos son la llama que aviva mi mirada,
la musa sonriente que mueve
mi mano sobre el papel en blanco.
Ellos ríen y sienten,
sienten y aman,
aman y viven,
viven en mi para que yo viva.

* Para Bárbara con amor

sábado, julio 19, 2008

Dos poemas

Gracias Silvia por tu hermoso regalo.

Valal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)


Omar Jayyam (1048-1124)

lunes, julio 14, 2008

Cine y Literatura, un matrimonio ¿razonablemente avenido?

La literatura y el cine tienen un vínculo afectivo importantísimo, aunque entre ambos exista una diferencia de edad notable. Cada vez más, nos vemos sumergidos en el fenómeno "imagen", que arrastra consigo todo el bagaje que le ha proporcionado la cultura anterior. Antes de que una idea o sentimiento pudiera traducirse en imágenes fílmicas el hombre ejercitó ampliamente su imaginación a través de todas las artes. Arquitectura, pintura, escultura, música y, sobre todo, literatura iban a realizar descubrimientos de enorme utilidad para la expresión cinematográfica, aunque supusieran en muchas ocasiones motivo de estorbo y encarcelamiento para élla.

El cine, pues, tiene una deuda permanente con la literatura ya que acude a sus fuentes para adaptar a su medio novelas, narraciones y obras teatrales. Claro que de una obra literaria bella no siempre se sigue una versión cinematográfica convincente, y los fracasos padecidos en muchas adaptaciones fílmicas inducen a pensar que resulta más fácil hacer buen cine partiendo de una buena idea, que a partir de una narración literaria o una composición escénica. Aunque tampoco hemos de caer en el extremo contrario y afirmar el supuesto postulado de que el contenido determina la expresión de manera definitiva e invariable, pues de toda novela no sale siempre una mala pelícu­la; hay auténticos éxitos de adaptación. Incluso de auténticos ladrillos literarios se ha conseguido elaborar una aceptable película.

El cine ha hecho populares unos textos y los ha llevado a un mayor número de personas. Hoy en día el hábito de leer no está muy extendido y el tiempo es un bien escaso, por lo que una película nos facilita en un plazo aproximado de dos horas engullir una historia que nos duraría leer dos semanas, siempre según la rapidez de lectura y el tiempo libre de cada cual. Una entrada de cine viene a costar alrededor de cuatro ó cinco euros y es poco común el libro que baje de los diez. Cuestión de economía; menos tiempo, menos dinero.

Y, respecto a la penuria del hábito de lectura, me viene a la memoria aquel chico que tan apenas leía un libro y quiso impresionar a una chica que sí devoraba libros y, además, le gustaba comentarlos con sus amistades. Pues bien, en un intento desesperado por hacerse agradable a sus ojos y con un esfuerzo considerable que casi le cuesta una enfermedad, se metió entre pecho y espalda "Ana Kareni­na" con el fin de barnizarse un poquito de cultura y poder deslumbrarla comentándolo con ella. Cuando alguien le comentó que sobre el drama de Tolstoi se habían hecho tres adaptaciones cinematográficas (una interpretada por Greta Garbo y otra por Vivian Leigh) no pudo por menos que exclamar: "¡Si llego a saber que estaba la película...!"

Pero es muy diferente la sensación y el sentimiento que nos producen una novela y su adaptación fílmica. En la novela se cede un amplio margen a la imaginación del lector. Cuando de niños leíamos una novela de Salgari nos creábamos la forma de los barcos, el contorno de las islas, el color del horizonte. La novela nos describe situaciones, circunstancias, paisajes y personajes; nos define caracteres mientras que el cine nos los presenta existentes. Al leer, nosotros imaginamos, ponemos rostro al personaje, pintamos colores al paisaje; el cine nos lo da todo hecho, ofrece el rostro, nos enseña el paisaje y, después de haber visto la película, el rostro de John Silver que habíamos forjado en nuestra mente mientras leíamos "La isla del tesoro" se habrá transformado, para siempre, en el de Wallace Beery; nada nos apeará de esa materialización, aunque intuyamos que aquel rostro pudiera tener otras facciones. Yo sé que para B., el Tom Booker de la novela de Nick Evans "The horse whisperer" será Robert Redford por los siglos de los siglos.

Así es el mundo mágico del cine, nos diseña una reali­dad que vemos con los ojos y que antes habíamos imaginado en nuestra mente leyendo una novela. Se produce entre ambos, cine y literatura, ese matrimonio razonablemente avenido en el que ambos contendientes tienen que recurrir al mutuo respeto para convivir sin enfrentamientos, aceptando el hecho de que cada obra es buena o se hace grande por sí misma, y que en el momento que es altera­da se convierte en otra, ni mejor, ni peor sino diferente.

¿Hay, amable lector que llegaste de visita, alguna adaptación literaria llevada el cine que te haya gustado especialmente? El abajo firmante, como es un raro, se siente atraído por la versión de "El tercer hombre", de Graham Greene, dirigida por Carol Reed en 1949.

viernes, julio 04, 2008

Dueño



Son tuyos, actor. Los espectadores van a llegar hasta ti y van a regalarte su tiempo y su espacio para que los llenes de palabras, gestos, miradas, risas y llantos. Por tu cuerpo fluirá una música plena de sentimientos, cada una de tus fibras, cada uno de tus músculos, se confabularán en un misterio que les quitará su espacio y su tiempo para dártelos a ti. Solamente unos minutos para ti. Y les devolverás la capacidad de soñar, de vivir otra vida, de enhebrar otras frases que harán propias aun siendo ajenas.
Luego, pasado ese breve momento, se irán con lo que les hayas dejado en su imaginación. Y, más tarde, sólo serás una brizna de su recuerdo. Entonces volveréis a estar solos tu corazón y el mar.

martes, julio 01, 2008

El aire que te rodea

¿En qué estrella te ocultas invencible? ¿En qué playas te has tendido? ¿Qué acentos de tu voz has escogido?
Te imagino. ¡No! Te sueño circundada de mar y tierra, bebiendo de la tibia fuente que mana luz melodiosa.
Cantar quisiera una canción como un beso que borrase tu tristeza, y sentir cómo ríen tus ojos al rozar mis labios con tu beso.
Y que esos dos besos se perdieran, soñando, en sus dos infinitos.

martes, junio 24, 2008

Desayuno con miradas

Estaba a punto de desayunar, de hecho comenzaba a mojar la galleta en el café con leche, cuando la he visto apoyada en el quicio de la puerta. Muy lentamente se ha sentado a la mesa, junto a mí. Quizá deseaba que viese su vestido nuevo, hecho de olvido, o, simplemente, estar cerca de mi. Sus ojos no me hablaban como en otras ocasiones, ni su sonrisa se derramaba sobre mis manos. Frágil y triste se conformaba con verme desayunar lentamente, mojando cada galleta, con su lengua recorriendo sus labios dulcemente, sin la voluptuosidad de otros momentos. Empecé a entenderla. Me chantajeaba infamemente con su actitud; un chantaje afectivo directo y sin ambages. Sonreí un breve instante, el que tardó en posar en mi sus ojos acerados y acariciar con delectación el filo de un cuchillo cebollero. No me atraganté con la última galleta porque estoy acostumbrado a sus escenas de celos y a sus arrebatos chantajistas. Esbocé una sonrisa entre displicente y compasiva y le prometí que hoy mismo volvería con ella. Por la tarde cumplí mi promesa y la encontré dispuesta a ser impregnada por la tinta sobre el papel en blanco. Le supliqué perdón por haberla abandonado una vez más y ella volvió a comportarse como el personaje agradecido que es. El resto de personajes la odian porque saben que es mi preferida aunque comprenden a su pesar que sin ella no habría escrito.
Hay quien dice que los personajes son eternos. Espero que a este se le haya olvidado su eternidad.

lunes, junio 16, 2008

Humos

Mijaíl Mijáilovich Bakhtin, filósofo y semiólogo ruso, durante la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial se fumó la única copia de uno de sus manuscritos, un estudio sobre literatura alemana que le había llevado años escribir. Una por una, cogió las páginas del manuscrito y utilizó el papel para liar sus cigarrillos, fumándose cada día un poco más del libro hasta que no quedó nada.

martes, mayo 20, 2008

De la bohemia

El cómico Luis Manzano, que cumplió varias temporadas de éxito en el Teatro Apolo allá por los años veinte, se encuentra actuando en Málaga con un sueldo exiguo. Y apenas tiene para lo más preciso.
Ante esta delicada situación económica, reunido consigo mismo en junta general, decide por unanimidad no abonar un céntimo a la patrona en cuya casa se hospeda. Un día la patrona que, aunque sea la excepción, era una infeliz, pregunta muy intrigada a uno de sus huéspedes:
-¿Sabe usted lo que quiere decir "bohemio"?
-Naturalmente. ¿Por qué me lo pregunta usted?
-Porque el señor Manzano me ha dicho que él no paga porque es "bohemio".

domingo, mayo 18, 2008

Eros dormido



-Mira. Ahí abajo van a sentarse los espectadores para que les hables, para que les mires sin verlos. Han dejado sus casas para venir a vernos. Han abandonado durante unas horas muebles y objetos que llevan impregnado el olor de una vida para que les distraigamos con una mentira.

-¿Acaso no puede ser igualmente una mentira que se llame trabajo, deber, ambición, amor, familia?

-Claro que sí. Por eso mismo vienen a participar en una mentira que saben que lo es.

-Nuestro trabajo, nuestra propia mentira.

-Eros tiene mucha fuerza.

-¿Eros?

-No me refiero a la sensualidad, que sólo es una manifestación de Eros. Es la creación, la corriente profunda y embriagadora que impregna a una persona cuando se encuentra con Eros. La labor creadora, las artes, la convivencia, todo está saturado de Eros. Y donde él no se manifiesta, la gente se vuelve sorda e inerte.

-El objetivo es la perfección. Y a ella hay que subordinarlo todo, todas las experiencias, incluso la vida.

-Sí. Vas a descubrir el horror de ser actor, de ser artista. Y estarás obligado a estar consciente de lo que eres siempre. El gran momento del artista está precedido por miles de momentos grises. Y cuando llega ese momento, debe permanecer lúcido y sereno. El artista se acostumbra a vivir durante su vida en perpetuo concubinato con el arte.

-Es difícil de soportar tanta pasión.

-O dejar que Eros duerma.

jueves, mayo 15, 2008

Vanidoso

Caminaba esta misma mañana, conectado a mi iPod tranquilamente, cuando advertí que las personas con las que me cruzaba me miraban. Me miraban de un modo raro. Repasé discretamente mi atuendo, y todo aparentaba estar cerrado y en orden. No me sentía excepcionalmente atractivo como para ser objeto de tanto miramiento. Sonreí vanidoso. Quizá me estaban confundiendo con George Clooney. ¡Quita, quita! Si yo soy mucho más guapo que ese Clooney, dónde va a parar. Vanidoso. Así caminé por toda la avenida hasta que hube de detenerme en un paso de peatones. Henchido y vanidoso. Al momento sentí una presencia a mi lado, un bulto cercano a mi estatura. Displicentemente miré de reojo sintiendo en mi las miradas de dos chicas que esperaban enfrente a que se abriese el semáforo. Amplié el reojo y vi un travestí a mi lado. Alto, tetudo, de larga melena, piel de color favela y rostro sin afeitar. La vanidad se hizo añicos, mientras yo cruzaba el paso de peatones a buena velocidad y sin recibir ya mirada alguna de nadie. Advertiré a "alguno" que intente sugerir la pregunta de "a quién miraba el travestí", que no me miraba a mi, seguro. Caminé aprisa y huérfano de vanidad el resto de mi trayecto, sin que nadie se fijara en mi. Menos mal que me encontré con mi amiga Mariví que me saludó con un "Buenos días, guapoo", que restañó mi malherida vanidad. Qué absurdamente vanidosos somos los cómicos.

martes, mayo 13, 2008

Martes 13 de mayo



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Pedro Muñoz Seca. La venganza de Don Mendo. Jornada Segunda (fragmento)

martes, abril 29, 2008

Antes de salir a escena

Actor, aprende a ser humilde, profundamente humilde. No sabes nada sobre los hombres, ni tampoco sobre las fuerzas que los mueven y animan a vivir o morir. No sabes nada sobre el amor; en tu trabajo manejas palabras aprendidas y simples ideas preconcebidas. La realidad es mucho más sorprendente, la fuerza de su imaginación es mucho más rica y mágica que cualquier situación humana que el hombre pueda concebir dentro de los límites de su propia imaginación.
Sé humilde, actor. Vas a engañar a unas personas que quieren que les engañes. La vida real, es otra cosa.

jueves, abril 24, 2008

La papeleta


En mis tiempos universitarios se nos entregaban las calificaciones en una papeleta por cada asignatura. Una papeleta rectangular de un palmo de tamaño con nombre, apellidos y asignatura en el anverso y la calificación en el reverso. Aprobado, Notable o Sobresaliente (porque las Matrículas de Honor se negociaban, o eso decían). Se trataba de un documento meramente informativo -la calificación definitiva figuraba en las actas firmadas por catedráticos y profesores- y se solían dejar amontonadas en algunas mesas de los vestíbulos de las Facultades. Creo que conservo alguna por ahí, pero ahora me da una flojera tremenda buscarla y escanearla.

El alumno recogió su papeleta de Derecho Internacional y vio con extrañeza que le habían calificado como "Aprobado P. C.". Preguntó a los compañeros que estaban por allí, pero ninguno supo decirle qué significaba aquello de "P. C.". Se decidió a preguntarle a Ambrosio, el bedel, un hombre de edad indefinida pero superviviente, al menos, de setenta cosechas de Cariñena. Y se decidió a preguntarle porque eran las 11:45 y a las doce en punto Ambrosio dejaba de conocer al mundo tras sus continuas idas al bar de la Facultad.
Le enseñó la papeleta, el bedel se encogió de hombros y dijo:

-No sé. Será "pasar por cátedra", ¿o qué?

Claro, pasar por cátedra. Seguramente para sugerir algún ejercicio complementario al examen con objeto de subir nota. Claro, eso era.

Llamó a la puerta del despacho del Profesor titular de la asignatura, le saludó, mostró la papeleta y dijo:

-Que como dice aquí "pasar por cátedra", pues éso, que aquí estoy.

El profesor se ajustó los lentes, miró alternativamente la papeleta y al alumno -con idéntico desprecio por una y por otro- y masculló con sorna:

-Pasar por cátedra... pasar por cátedra... ¡Aprobao Por Caridad! Que hizo usted un examen que daba pampurrias. Y, hale, vaya a tomar el sol o a poner un cirio a la Virgen, que tengo que terminar las actas para irme de vacaciones.

Y cerró la puerta mientras el alumno procuraba cerrar los ojos que se le habían quedado abiertos como platos.

miércoles, abril 23, 2008

Amor


Dos corazones

Un camino

sábado, abril 19, 2008

Noche a dos sentimientos

Deja en mi pecho el fruto de tu mirada,
deja en mis labios las lágrimas de tus ojos,
que la noche calla para escuchar lo que hablamos,
y fulgirán sus ojos que dirán lo que han visto.

lunes, abril 14, 2008

El constructor de recuerdos


Cuando reunía a sus amigos se afanaba en remover historias del pasado con una sagacidad casi imperceptible. Creaba un clima confianzudo, lo cargaba de relativa intimidad hasta que las lenguas se sentían descaradas y comenzaban a soltarse recordando situaciones pretéritas que casi todos habían vivido conjuntamente. A partir de ahí, manejaba el escalpelo de la credulidad y procedía metódicamente a cambiar poco a poco la historia a su conveniencia. Registraba cada variación en su cabeza y las guardaba para la siguiente reunión. Entonces volvía a la carga, pero ya era él quien -con el recuerdo convenientemente modificado- contaba la historia. Sus amigos se marchaban no con su recuerdo propio y auténtico, sino con el que él les había relatado. Había construido sus nuevos recuerdos del pasado.

domingo, abril 06, 2008

Palabras

POLONIO-What do you read, my Lord?
HAMLET-Words, words, words.

W. Shakespeare. Hamlet. Acto segundo, escena VII (fragmento).

miércoles, abril 02, 2008

Los seis entierros de Calderón de la Barca

Don Pedro Calderón de la Barca tuvo una mocedad agitada. Malfurrió la herencia de su padre, se metía en reyertas por un quítame allá esas pajas, desenvainaba el acero con harta reiteración. Y profanó un convento de clausura.
Esto último sucedió en el Madrid de 1629, cuando en el mentidero de Representantes de la calle del León se organizó una agarrada entre gentes del teatro que acabó en pendencia. Un actor, Pedro Riquelme, desenvainó la espada e hirió a un hermano de Calderón de la Barca y éste se fue a por él. El actor puso pies en polvorosa y, en su huida, se escondió en el convento de las Trinitarias, donde estaba enterrado Cervantes y guardaba entonces clausura la hija de Lope de Vega. Don Pedro y sus amigos no se pararon en barras y asaltaron el convento, revolviendo todo, registrando celdas y -hay quien dice- que levantando el velo a las monjitas para comprobar que no estaba Riquelme disfrazado de sor.
El actor escapó indemne, pero el autor de La vida es sueño terminó detenido. Lope de Vega le escribió una airada carta en la que le ponía a caldo por haber profanado la clausura de su hija y pisoteado el sepulcro de Cervantes.
Y quizá el espíritu de don Miguel tuviera algo que ver -que en estos menesteres de ultratumba nunca se sabe- en los avatares que sufrió el cadáver de Calderón cuando decidió dejar este mundo y fue enterrado en la iglesia de San Salvador. Allí descansó durante ciento sesenta años hasta que le exhumaron porque el templo iba a ser derruido. Lo trasladaron a la capilla de la Archicofradía Sacramental de San Nicolás con todos los honores, mientras los cómicos de la época salieron al paso del cortejo para rendir homenaje a quien recitaban tan a menudo.
Disfrutó don Pedro de veintiocho años plácidos hasta que decidieron llevarle a lo que iba a ser el nunca concluso Panteón de hombres ilustres en san Francisco el Grande. Y sus huesos quedaron amontonados durante cinco años junto a otros insignes hasta que los devolvieron a sus lugares de origen. Así que de vuelta a san Nicolás, en un traslado que inauguró el viaducto de Madrid, en su cuarto entierro. Seis años de sosiego hasta que lo trasladaron al templo de la calle de la Torrecilla del Leal.
Cuando se cerró esta parroquia, y a la espera de la construcción de una nueva en la carrera de san Bernardo, se trasladaron los restos en 1902 a una capilla del antiguo Hospital de la Princesa. El nuevo templo de la calle de san Bernardo estuvo listo unos años después y allá que fueron los huesecillos del escritor con la esperanza de descansar en paz de una vez. Pero el advenimiento de la República vino a truncar el reposo, pues el templo fue incendiado durante la quema de iglesias y los restos se supone que acabaron chamuscados.
Se dio por desaparecido a Calderón porque la urna con sus restos no apareció. Pero... Al parecer, un grupo de previsores frailes ocultaron los restos para que los republicanos no la emprendieran con ellos. Lo emparedaron. Así lo confesó un anciano sacerdote al historiador Francisco Azorín, aunque lo que no le dijo fue dónde lo escondieron porque nadie lo recordaba.
Dijo el ilustre periodista zaragozano Mariano de Cavia que no hay en España profesión más intranquila, insegura e incómoda que la de difunto ilustre.

jueves, marzo 27, 2008

Borrador

La muchacha se sentó en un rincón mirando como tantas veces, todos los días, la reja de cristal que la circundaba. Imaginaba que todo lo vivido no era más que un borrador, algo que podría ser transformado en cualquier momento.
Sus ojos escrutaban el pasado imaginando la forma de mudarlo, convirtiéndolo en un pasado nuevo, una vida nueva ya vivida.
A través de la reja de cristal veía qué habría pasado si hubiese tomado una decisión diferente a la que tomó, si hubiese hecho el gesto que no hizo. Veía los borradores de su pasado.
Pensó vivir de nuevo lo que había vivido, ¿pero, como un borrador de su vida?
La reja de cristal estaba a punto de quebrarse.

sábado, marzo 22, 2008

Primavera

Dejemos que la Primavera nos bese en los labios

jueves, marzo 20, 2008

Don Guido

Gran pagano,
se hizo hermano
de una santa cofradía;
y el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano
—¡aquel trueno!—,
vestido de nazareno.

Antonio Machado. Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido (fragmento).

jueves, marzo 13, 2008

Una conferencia

A don Jacinto Benavente le pidieron que diera una conferencia para el Club Femenino de Damas.
-¿Y de quién se compondrá el auditorio? -preguntó el premio Nobel.
-De las socias del club: muchachas que estudian, escritoras, señoritas que quieren vivir una vida independiente...
Respondió don Jacinto:
-Muchas gracias, pero tengo poco tiempo para prepararme, y no quiero hablar a tontas y a locas.

lunes, marzo 10, 2008

¿Qué es poesía?

La semana pasada, en una de nuestras habituales tertulias, hablábamos de poesía. Turulato dijo que no sabía escribir poesía, pero Currinche y el que suscribe le refutamos de inmediato, lógicamente. Argüía nuestro amigo que no escribía versos rimados. Puede ser. Pero él regala poesía en sus escritos. En su más reciente artículo la ha esparcido con rotundidad, como en todos los demás.
Cuando cae en nuestras manos un libro de poemas, mientras paseamos la mirada por entre los versos, nuestra imaginación y nuestra memoria comienzan a aletear iniciando un vuelo que quiere llevarnos a momentos pasados o a situaciones soñadas. La poesía tiene, de este modo, la posibili­dad impagable de engarzar sentimientos y sensaciones de las que somos -o hemos sido- protagonistas reales u oníricos, identifi­carnos con hechos o personajes y, en fin, hacernos vibrar, estremecer y vivir. El bueno de mi amigo Antonio me confiaba una noche tras una representación que no podía pasar un día entero sin haber leído aunque fuera un pellizco de poesía porque -de no hacerlo- sentiría que le faltaba algo profundo y vital para él.
Pero la poesía no late exclusivamente entre los versos de un libro de poemas. En cualquier párrafo de una novela, en un diálogo teatral, en una secuencia cinematográ­fica, en la fotogra­fía de un periódico, en la pincelada de un cuadro, o en el paisaje más conocido y cotidiano, puede esconderse la poesía. ¿Cuántas veces no habremos escuchado una melodía, o una canción, que nos transportan a ese mundo de ensueño que encubre a la poesía? Poesía que huye de palabras grandilocuentes y gestos solem­nes. Poesía de las cosas más pequeñas, ésas que habitualmen­te pasan desapercibi­das a nuestros sentidos precisamente por fami­liares. Cuando el desencanto y el hastío nos han conducido a ese camino que nos deja desprovistos de la capacidad de sorpresa, tantas y tantas sensaciones se vuelven invisibles a nuestros ojos... Y entonces advertimos que nosotros nos hemos vuelto insensi­bles a las sensaciones y a los sentimientos.
¿Qué es poesía? La mirada de Bárbara, las palabras de Turulato, el guiño cómplice de Kalía, la risa de Currinche y la letra de la canción compuesta por Emilio.
¿Qué es poesía? Quizá sea mirar con el sentimiento más profundo las sensaciones acurrucadas en los corazones que son capaces de abrir los ojos a aquellas pequeñas cosas que nos rodean casi impercep­tiblemente y que son las que hacen brotar la vida.

jueves, marzo 06, 2008

En-Sueño

Pienso que estoy en tu pensamiento, que piensas que te pienso. Y pienso si pudiera abrazarte la espalda, perderme en tus dedos, escalar el claustro de tu pecho, besarte el espíritu, mecerme en tu pelo, navegar en tus ojos, anidar en tu cintura...
Pensamiento... Pensamiento. Duerme en mi.

martes, febrero 26, 2008

Una vida de novela

Estaba sentado a la mesa de un café intentando enhebrar cuatro frases que se pudieran convertir en un relato cuando el camarero -después de haber mirado por encima de mi hombro lo que hacía- me espetó muy convencido: "Si yo le contara mi vida, seguro que de ahí sacaba usted una novela". Asentí con un gesto. Y concluí que toda existencia es susceptible de verse plasmada en una narración, libro de poemas o ensayo filosófico. Porque si miramos en derredor nuestro siempre hallaremos algo digno de mención en la vida de cualquier semejante y que nos sea de utilidad para nuestras empresas literarias.
Todos tenemos alguna cosa importante que contar, aunque solamente sea porque somos piezas inevitables del complejo engranaje que es el mundo. Lo que sucede es que no todos somos capaces de contar nuestras experiencias vitales con la misma vehemencia o el mismo interés. Hay quien va al bar de la esquina y luego lo cuenta como si hubiera ido a la guerra del Líbano; y, sin embargo, hay otro que acaba de llegar de la guerra del Líbano y al contarlo parece que hubiese ido al bar de la esquina.
También hay personas con una imaginación muy frondosa que llegan a ser capaces de "inventarse" la vida de cualquier hijo de vecino simplemente por hacer tiempo mientras esperan en una cafetería o en la consulta del médico; y les divierte horrores, al mirar a una persona, imaginarse su trabajo, su familia, sus aficiones y hasta su forma de ser. Entonces recordé...
Caminaba hacia casa cuando vi a una mujer joven, de pelo rubio y aspecto frágil besar un sobre justo antes de introducirlo en un buzón de correos. Me fijé tanto en el hecho que no reparé en la persona. No sabría decir qué edad, siquiera aproximada, tenía. No sé si llevaba el pelo largo o corto, ni cómo iba vestida; solamente pude advertir que era rubia y su aspecto se me antojó frágil, nada más. Pero sí quedó grabado en mi retina el beso que dio al sobre antes de ponerlo en el buzón. ¿Se trataba de una carta de amor? ¿Se despediría para siempre de la persona amada o le estaría pidiendo que volviese junto a ella? ¿Estaría zanjando una disputa por celos o demandaría explicaciones por alguna ausencia que consideraba injustificada? ¿Sería una misiva destinada a un familiar cercano deseándole la recuperación pronta de una enfermedad o la felicitación por algún acontecimiento? También imaginé que pudiera tratarse de una carta solicitando un trabajo muy necesario, o el envío de un curriculum. Quizás una carta de pésame, o la participación para un concurso millonario, o quizás... Las posibilidades se antojaban infinitas.
No sentí curiosidad por el contenido de aquel sobre sino por la cantidad de alternativas que se le presentaban a mi imaginación, los anhelos, los deseos, las frustraciones, las alegrías o las tristezas que podían latir en el interior de aquel sobre que unos labios acababan de sellar con un beso. Cualquiera de las posibilidades era susceptible de ser utilizada para poner la primera letra de una novela. Acaso también para descubrir toda una vida, una vida de novela.

viernes, febrero 22, 2008

Relámpago


Fulgor de unos ojos que cada noche se derraman como una lluvia de estrellas, estremeciendo el sentido anhelante de una piel que llama, con voz anochecida, suplicando el roce incandescente de los labios amados, amantes, posesivamente ajenos.

lunes, febrero 11, 2008

San Valentín


No se ponen de acuerdo las leyendas a la hora de adjudicarle una causa histórica a la actual celebración del día de los enamorados. Hay quienes afirman que su origen nace en los países nórdicos puesto que, por estas fechas, los pájaros buscan el apareamiento y había que buscar una fecha para festejar los enamoramientos de pájaros y humanos eligiendo el santo que caía más a mano. Otros aseguran que el santo Valentín -a la sazón obispo de Interamna Nahartium (hoyTerni, en la Umbría italiana)- casaba parejas en secreto pues el emperador Marco Aurelio Flavio había prohibido el matrimonio de sus soldados afirmando que los casados eran malos guerreros. En resumen, que no se sabe casi nada de la razón por la cual el 14 de febrero, día que destina el santoral de la Iglesia Católica para San Valentín, se celebre el Día de los enamorados. Como lo del apareamiento de las avecillas es atrozmente bucólico el que suscribe prefiere chafardear sobre el santo.
Pero si poco se sabe del patrón de los enamorados, todavía hay mayor desconocimiento sobre dónde reposan los huesos del santo Valentín. Y es que con sus presuntos huesos se podrían reconstruir tres santos por lo menos. A no ser que el obispo casamentero tuviera un esqueleto formado por 745 huesos.
En Italia aseguran tener al santo en Roma, Terni, Turín y en Belvedere Marittimo. Y como los españoles somos como somos, también tenemos huesecillos de san Valentín. En la Iglesia de san Antón, en Madrid, se guardan dos fémures y la calavera, ya que fueron un regalo de Roma a los reyes de España en el siglo XVIII. Y en los archivos de la catedral de Almería existen unos documentos que afirman que el cuerpo de un mártir llamado San Valentín, cuya fiesta se celebraba el 14 de febrero, fue trasladado desde el cementerio de San Ciríaco, en Roma, hasta Almería. Los huesos se guardaron primero en una urna bajo el altar y, luego, en un armario. Muchos años después, al salir del armario, nadie se acordaba de quién era y lo sacaron como difunto de a pie para enterrarlo con el resto de muertecitos del osario común del cementerio de la catedral. Cuando cayeron en la cuenta de que habían inhumado al santo era tarde porque la mezcolanza ósea había sido inevitable. Y allí debe seguir, en el jardín de la catedral, tan ricamente.
En Terni se organizan grandes y emotivas celebraciones de enamorados en la iglesia donde reposan las reliquias de san Valentín. En la iglesia de san Antón de Madrid, que es la misma en la que se bendicen los animalicos cada 17 de enero (miren, al final nos ha surgido una relación con el apareamiento pajaril) los enamorados no van a visitar los fémures de Valentín. Mola más ir al CorteInglé a comprar chorradicas.

El premio

Mi pobre Yorick, asoma tu brillante calavera a este sol cohibido de febrero. En la sencillez de tu existencia, desde las vacías cuencas de tus ojos estarás mirando, sorprendido, cómo han vuelto a olvidarse de ti. Te han tenido en sus manos hace tiempo, Yorick, y te han abandonado. Muchos de ellos, incluso los que soñaron con mirarte frente a frente, cambian su camino para no volver a encontrarse contigo. Les asusta tu sencillez. Y es más cómodo pensar que no te tuvieron en su mano cuando eran capaces de soñar. No eres rentable, mi pobre Yorick. No debes extrañarte de que tampoco ahora te hayan concedido el premio de la academia. No es comercial decir que te lloraron. Es más encantador y vistoso hablar de obispos y diputados. Resígnate, mi pobre Yorick, pues nunca conseguirás el premio porque eres demasiado discreto, demasiado sencillo y demasiado puro para obtener una subvención.

domingo, febrero 03, 2008

Etimologías

Cuentan que aconteció en un examen oral de Derecho Canónico (Segundo curso del plan antiguo) de la Facultad de Derecho de mi pueblo. El catedrático examinaba a un alumno sobre los requisitos indispensables para la consumación del matrimonio, que son, a saber: 1) Erectio membri virilis. 2) Penetratio membri virilis ad vaginam mulieris. 3) Ejaculatio. No lo traduzco porque está suficientemente claro.

PROFESOR.- Señor Tal, dígame el segundo requisito necesario para la consumación del matrimonio.
ALUMNO.- El requisito segundo para la consumación del matrimonio es "penetratio membri virilis in vaginam mulieris", vagina, que viene de vaina, que era donde metían los romanos la espada.
PROFESOR (ligeramente molesto).- Bueno, bueno. Dígame ahora en qué consiste la figura del "padre putativo".
ALUMNO.- Pues como su propio nombre indica...
PROFESOR (interrumpiéndole espantado).- ¡¡Déjese!! ¡¡Déjese de etimologías!!


Este sucedido me ha venido a las mientes porque la semana pasada, en una de nuestras tertulias, divagábamos Turulato y el abajo firmante sobre el Paráclito. Y para conocer sobre su etimología recurrimos a una contertulia (y sin embargo, amiga) erudita en lenguas muertas. "Paráclito... -dijo- "Para" significa "junto a"... Paráclito, mmm, "junto al clito". Silencio espeso como un bloque de mantequilla soriana. Y carcajada colectiva.
Terminamos cantando a coro La chica del 17. Que nos gustan los cuplés.

jueves, enero 31, 2008

Miedo


El niño se movía inquieto en medio del bullicio de las bambalinas. Iba a hacer de pastorcillo en El rabo del Diablo, adaptación de una pieza navideña de Alejandro Casona titulada A Belén, pastores. A pesar de ser niño tenía "frase": "¡Mirad, pastores! ¡La estrella!". No era el monólogo de Segismundo pero a él le parecía muy importante. Entre bastidores repetía aquellas cuatro palabras en su mente con la persistencia de una remachadora, temiendo que se le olvidaran. ¿Pero cómo se le iban a olvidar cuatro palabrejas? Mirad-pastores-la-estrella... Es prácticamente imposible olvidarlas. Los personajes adultos iban y venían de los camerinos, más preocupados por el vestuario que por el texto y, en medio de aquel tráfago, tres niños (uno de ellos con derecho a frase en la obra) vestidos con unas zamarras de piel de borrego sin mangas y tocados con gorritos espantables, permanecían en el silencio nada propio de un niño. Estaban nerviosos y tenían miedo. El niño no sabía qué temían los otros dos, pero él temía olvidarse de su frase. No era miedo a salir a escena, ni al público, ni a los "compañeros" del elenco, ni siquiera a que se cayera una tramoya del decorado sobre sus cabezas. Sólo un invisible y terco miedo a no saber cumplir con su obligación, que en aquel momento era decir a los pastores que había una estrella.
Hace unos días comentaba con mi amigo Turu la recurrente pesadilla que nos situaba dentro de los muros venerables y centenarios del colegio, en clase de matemáticas a punto de ser preguntados por el profesor. Niños asustados ante la posibilidad de ser pillados en renuncio ante unas preguntas cuyas respuestas, obviamente, ignorábamos. Y Turu, con su proverbial socarronería, decía: "Con lo fácil que hubiera resultado ir con la lección aprendida, nos obstinamos en ir a clase a pasar miedo".
Se define al miedo como una emoción. Biológicamente el miedo construye un mecanismo de supervivencia y de defensa que permite al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. Así leído hasta se puede llegar a desear tener miedo, pues se responderá con eficacia y rapidez, pero... ¡qué mal se pasa, caramba!

Y el actor tiene miedo antes de salir a escena, es un explorador del vacío que se extiende más allá de la batería, donde los focos ciegan y no permiten ver a quién se enfrenta. No. Se enfrenta a sí mismo, a su propio vacío, a su propia indefinición. La palabra es su única aliada y su memoria el recurso.
La vida, a diferencia del teatro, no tiene libreto escrito, y hay que rastrear -con miedo- el abismo que se desconoce. No sirven los recuerdos, y la experiencia se lleva cargada a la espalda. Hay que indagar qué hay fuera de aquí, más allá de nuestros límites. Y tenemos miedo.

-¿Adónde cabalgas, señor?
-No lo sé; fuera de aquí. Siempre fuera de aquí, sólo así podré llegar a mi meta.
(Franz Kafka. La partida).

Y tenemos miedo.

martes, enero 29, 2008

La Justicia de Almudévar

Cuenta Braulio Foz en su magnífica Vida de Pedro Saputo, lo que aconteció en el municipio oscense de Almudévar. El herrero del pueblo, un hombre muy estrafalario y de malas chanzas, un día se enfureció contra su mujer porque le llevó el almuerzo frío; y tomando un hierro que estaba caldeando en la fragua se lo metió por la boca hasta la garganta, matando a la infeliz, una pobre mujer que pasaba un verdadero calvario con aquel energúmeno que la golpeaba, obligaba a dormir desnuda en el suelo, le tiraba la comida a la cara y vaya usted a imaginar cuántas barbaridades más.
Le prendieron inmediatamente y "puesto en la cárcel con muchas cadenas al cuello y cepos a los pies", le juzgaron aquel mismo día condenándole a morir ahorcado.
Levantado el cadalso, todo el pueblo estaba en la plaza aguardando la ejecución; ya sacaban al herrero y le llevaban al patíbulo, cuando subiendo uno del pueblo a caballo encima de los hombros de otro, dijo en dialecto altoaragonés:
"¿Qué is a fer, hijos de Almudévar? ¿Conque enforcaréis a o ferrero que sólo tenemos uno? Y ¿qué faremos después sin ferrero? ¿Quién nos luciará as rellas? ¿Quién ferrará as nuestras mulas? Mirad lo que m'ocurre. En vez de enforcar a o ferrero que nos fará después muita falta, porque ye solo, enforquemos un teisidor que en tenemos siete en o lugar, e por uno menos o más no hemos d'ir sin camisa".
(¿Qué vais a hacer, hijos de Almudévar? ¿Ahorcaréis al herrero que sólo tenemos uno? ¿Qué haremos después sin herrero? ¿Quién nos afilará las rejas (de los arados)? ¿Quién herrará nuestras mulas? Mirad lo que se me ocurre. En lugar de ahorcar al herrero, que nos hará después mucha falta, porque está solo, ahorquemos a un tejedor (sastre) que tenemos siete en el lugar, y por uno más o menos no habremos de ir sin camisa).
"¡Tiene razón, tiene razón! -gritaron todos- ¡Enforcar un teisidor, un teisidor!". Y sin encomendarse a nadie, agarraron al primer tejedor que se toparon por allí, lo suben a la horca y lo despachan sin remilgo ni miramiento, poniendo en libertad al herrero.
De donde viene el dicho: la Justicia de Almudévar.

jueves, enero 24, 2008

Sonidos



La niebla parece dormida, y entre dos suspiros suena la música de tu piel. Desvanece mi frío con tu mirada, los ojos sobre una sonrisa. Puntos suspensivos de tu líquido beso.

martes, enero 22, 2008

Metamorfosis (tu regalo)



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Luis Gonzaga Urbina
(México, 1864 - Madrid, 1934)

viernes, enero 18, 2008

Mademoiselle Clairon




La Clairon -Claire Josephine Hippolyte Leiris de Latude- fue célebre actriz y diva de primera magnitud en la Comèdie Française a mediados del siglo XVIII. Tenía merecida fama de mujer galante por su hermosura, su trato y su irresistible atractivo sexual. Paseaba un atardecer por las más céntricas vías de París en compañía de una de sus más dilectas amigas cuando, al pasar por la calle de Saint-Honoré, se le acercó un ciego que, ayudado por su lazarillo, imploraba la caridad.
El inválido, refiriéndose a la inmensa desgracia de la falta de visión, dijo:
-¡Tened piedad, hermosas señoras, de un desventurado que ha perdido la alegría de este mundo!
Y la Clairon se volvió a su amiga y le preguntó:
-¿Es que este pobre hombre es un eunuco?

En otra ocasión, en el saloncillo de uno de los teatros más prestigiosos de París, un renombrado autor preguntó a la Clairon qué diferencia advertía entre un hombre de cincuenta años y otro de sesenta. La actriz dio la siguiente respuesta:
-Cuando un hombre empieza a tener grises los cabellos, tiene cincuenta años, y cuando vuelve a tenerlos negros, es que ya ha cumplido los sesenta.

La Clairon se retiró de la escena en 1765, y ya en sus últimos años de vida -y no muy sobrada de recursos- se refugió en el quinto piso de una modesta casa de vecindad. Allí acudió a visitarla uno de sus adoradores de otros tiempos, el cual se presentó ante ella fatigadísimo por la cantidad de escalones que acababa de subir.
-¡Oh, señora! ¡Cinco pisos! ¡Qué alto vivís!
Y la Clairon, siempre ingeniosa, respondió con la más seductora de las sonrisas:
-¿Qué queréis, amigo mío? ¡Es ya el único recurso que me queda para hacer palpitar los corazones!

domingo, enero 13, 2008

El don Juan que se llamaba Pedro (fragmento)

Pedro de Valdivia estaba ya fuera de peligro... Pero nunca había estado tan grave.
Parecía tener diez años más, como las pirámides de Egipto y los niños precoces; la invasión de cabellos grises había saltado los límites tolerables de las sienes; sus ojos carecían de brillo en absoluto, y ni su cuerpo se erguía con la gallardía de antes, ni su cerebro funcionaba con el empuje habitual.
Era igual que una de esas ruinas románicas perdidas en el campo, que utilizan los gobiernos para exacerbar el turismo y los pastores para guardar el ganado.
Y Ramón (su criado) se preguntaba cómo resucitarle. Valdivia, a semejanza de don Felipe el Hermoso, no tenía ningún interés en resucitar. Lo miraba todo con esa inexpresión del que vive en un mundo distinto o del que ha recibido un estacazo en la base del cráneo. Ramón convino con Camila, Gela, Tatiana, Lilí, Germaine y Denise que lo visitaran, pero fueron sucesivamente rechazadas por él.

Camila y Gela.
A las alemanas les tocó el primer turno.
-¿Qué te ocurre, liebling?
-¿Qué te ocurré, schatz?
-¿Es que ya no te gustamos?
-Precisamente -contestó él-. Estáis tan rubias y tan espumosas que parecéis dos jarras de cerveza.
Y cuando las convenció de que parecían jarras de cerveza, "las despachó" (que es lo que siempre se hace con las jarras de cerveza).


Tatiana.
La rusa había intentado atraérselo poniendo en juego toda su sensibilidad eslava, presentándose ante él con la rubaschka abierta, llevando al aire sus senos (sus senos, que eran como porteros de cabaret: dos, morenos, erguidos y colocados a derecha e izquierda) e invitándole:
-¡Míralos, Pedro!...
-Los veo.
-En nuestra primera noche de amor dijiste de ellos que eran las bocinas de mi sensualidad... ¡Ven! ¡Toca!...
Y él contestó:
-Gracias. No soy chófer.

Lilí.
Lilí, la españolita, le lloró -como de costumbre- y quiso emocionarle recordándole que por él había perdido su virginidad.
-¿Qué podré hacer ahora? -sollozó.
-Busca otro hombre y procura perder tu virginidad de nuevo. Será la octava vez que la pierdas, pero acaso tengas éxito esta vez.

Germaine.
Germaine, la más humilde y más niña de todas, apoyó la cabeza en su hombro mirando al cielo, y susurró, como la noche en que se le había entregado:
-Explícame las estrellas, mon chèri...
Y él contestó con aire de antiguo miliciano:
-Una en la manga, alférez; dos, teniente; tres, capitán. Una en la bocamanga, comandante; dos, teniente coronel; tres, coronel...
Y Germaine se retiró a sus habitaciones, llorando en silencio.

Denise
Denise se abrazó a él, declarando:
-Te lo perdono todo... El que me engañaras con aquella mujer del tren, y el que me hayas engañado con Tatiana, y con Camila, y con Gela, y con Lilí, y con Germaine...
Él replicó, llevándola hacia la escalera:
-Pues yo no te perdono a ti nada... Ni el que me quieras, ni el que engañes a tu marido, ni el que seas linda, ni el que seas mujer...
Y cerró la puerta pasando el cerrojillo.



Enrique Jardiel Poncela. Pero... ¿Hubo alguna vez once mil vírgenes? Cuarta Parte, Capítulo 3, Escena 13. Madrid. 1930

lunes, enero 07, 2008

Belleza

En el diálogo Hipias el Mayor, Platón formuló muchas de las cuestiones que se suscitaron luego, en Estética y Filosofía general, acerca de la naturaleza de la belleza y lo bello. Mientras Hipias afirma que, a lo sumo, lo bello es el nombre común de las cosas bellas, Sócrates repone que lo que buscamos no es una belleza particular, sino aquello que hace hermosas todas las cosas en que reside: una piedra, un leño, un hombre, un dios, y toda acción y todo conocimiento.
Y el Sócrates platónico continúa proponiendo definiciones, y analizándolas, y destruyéndolas. Todas ellas han sido profesadas y defendidas andando el tiempo, y han servido de base a sistemas estéticos.
¿Es belleza lo útil? ¿Será, pues, bella la fuerza, fea la impotencia, bello lo que sirve para algún fin y feo lo que para nada sirve?
¿Será la belleza lo que nos deleita por el oído y por la vista, como la hermosura humana, una estatua, un cuadro, una canción, una música, una conversación?
Pero... ¿cómo vamos a reducir la belleza a las impresiones de estos dos únicos sentidos excluyendo los restantes que también nos deleitan con la comida, la bebida, la holganza carnal? ¿No son agradables? Y sin embargo, ¿hay quién los llame bellos aunque los tenga por dulcísimos y placenteros? Además, ¿se nos ocurre llamar bella a una operación matemática o a una ley hipotecaria porque se nos comunican mediante la vista y el oído o por otra más alta razón? ¿Lo que es bello para la vista es bello para el oído, o viceversa? De ningún modo. Luego la belleza del oído será distinta de la de la vista, y para encontrar su naturaleza común habremos de buscarla fuera de los sentidos, porque si no, la belleza de un sentido excluiría la del otro. Algo de común tienen que les hacen ser bellas: lo son por la esencia ideal que hay en ellas, de las que participan ambas y cada una.
Sócrates termina con el antiguo proverbio: "Todas las cosas bellas son difíciles". Y el abajo firmante termina preguntándose: ¿No será la belleza un estado de ánimo?

jueves, enero 03, 2008