jueves, abril 12, 2012

El sustanciero

Quizás la historia se repita a si misma, ya que en tiempos de penuria y necesidades los hechos tienen la guasa de volver desde aquellas épocas pasadas y olvidadas. Tal como están las cosas no sería extraordinario que volviera a aparecer en nuestras calles la figura del "sustanciero". Era éste un personaje que provisto de un hueso de jamón iba por las casas introduciéndolo en los pucheros para darles sabor. El precio solía ser de peseta por cuarto de hora. Claro que si el susodicho hueso estaba ya gastado y chuchurrido, el importe del servicio sería menor.
Y es que a buen hambre no hay pan duro. Contaba la maravillosa actriz Aurora Redondo que durante la guerra civil, pasando muchísima gazuza, llegó un paquete a su casa enviado por unos parientes desde Argentina. Poca cosa, dos o tres fruslerías y una lata. Se llenaron de alegría porque en tal lata había unos polvos como de cacao (¡menudo lujo en aquellos momentos!) y se prepararon un chocolate estupendo. Al cabo de unos días llegó una carta de los parientes argentinos en la que les preguntaban si habían llegado bien las cenizas del tío Florentino, fallecido e incinerado recientemente. Las cenizas -obvio- descansaban en la lata que se habían zampado con enorme regocijo.
Los alimentos con sustancia son exquisitos, dónde va a parar.