lunes, enero 23, 2006

Leyenda de la leona

Cuentan que sucedió en un colegio de curas hace muchos años. Dicho colegio tenía un museo de historia natural de considerable valor, sobre todo entomológico, pues contaba con ejemplares de insectos raros y casi únicos. Todo ello gracias a las aportaciones del padre Longinos Navás -entomólogo famoso del primer cuarto del siglo veinte- que al marchar a misiones por los lugares más recónditos del mundo, además de evangelizar a los indígenas, tenía a bien recoger todo bicho viviente y enviarlo al colegio como material de estudio (convenientemente disecado). Urgía encargos a sus hermanos de orden para que hicieran lo mismo, y así se consiguió tan importante acervo museístico. Los taxidermistas debieron forrarse.En un largo pasillo, tras unas enormes cristaleras, se apiñaban de forma abigarrada tortugas, anacondas, pájaros de todas las especies, desde nobles águilas a humildes gorriones, zorros, hurones y cantidades ingentes de cajitas con insectos. Bueno, en algún caso lo de "cajita" es un eufemismo, pues había moscardas del tamaño de un Seat 600, y arañas como baúles. Pues a pesar de contar con tal vastedad entomológica, la verdadera estrella del museo del colegio era una leona. Una simpática leona de abiertas y terroríficas fauces que conservaba intacto entre los ojos el orificio del disparo que terminó con su vida. Los alumnos más pequeños del colegio, llegaban -como si de una aventura se tratase- hasta la segunda planta del edificio del colegio (un edificio con más de cien años en sus cimientos, de techos altísimos, largos corredores, amplias escalinatas y un sinfín de recovecos) para ver a "la leona". Pues bien, y ahora llega la leyenda, una mañana, cuando todos los alumnos de todos los cursos estaban en sus aulas correspondientes, se escucharon unos tremendos y angustiosos gritos. Provenían de los baños de 3º de Bachillerato y los profería el señor Gómez (alias "el mol") profesor de química. Las fuerzas vivas (es decir, los curas y demás profesores, amén de los chavales cotillas y escurridizos que se metían en todas partes) se personaron inmediatamente en el lugar de los gritos y descubrieron al señor Gómez (a) "el mol", con la bragueta abierta y señalando horrorizado a la leona del museo que le miraba amenazadora junto a un urinario. Excuso decir que la rechifla fue colosal. Los curas iniciaron sus averiguaciones para esclarecer el hecho de que la leona fuese sacada del museo con tan gamberriles propósitos como fueron acoquinar al señor Gómez (a) "el mol" cuando el hombre sufrió un apretón urinario a los que era proclive. Las pesquisas no obtuvieron recompensa, pues nunca se supo qué, quién, o quiénes, habían sido los culpables, por lo que comenzó a extenderse la leyenda de que la leona salía de paseo alguna que otra vez. Hoy día, el museo Longinos Navás puede visitarse (con su leona del disparo entre los ojos, incluída) en el edificio del Paraninfo de la Universidad, en una plaza muy céntrica de Zaragoza, a escasos metros de donde estaba el colegio, ya derruído y cuyo espacio ocupa ahora un enorme edificio de una entidad bancaria.Hoy día, puesto que la tropelía ha prescrito, me declaro públicamente culpable del traslado de la leona del museo hasta los aseos de 3º de Bachillerato junto a otros dos compañeros. Los tres, alumnos entonces de 3º, no tuvimos intención de asustar al señor Gómez (a) "el mol", sino al primero que llegara (aunque como el mol era un poco cabroncete, que se fastidie) porque, os aseguro que llegar meándote al baño y toparte con una leona que te mira con las fauces abiertas, acojona un montón.

miércoles, enero 18, 2006

Madrugada herida

Me llamaste con voz atardecida,
se dobló tu sonrisa como una flor pálida,
estaban las palabras perdidas en el aire
del amanecer quebrado en camino sin retorno.
Quedó en piedras escrito
el nombre de tu ausencia,
irrumpiendo, voraz como un incendio,
en la noche mineral y lúcida
donde los moradores de la nada
queman su óxido de sombras
para arder en inútiles empeños.

lunes, enero 16, 2006

Caligrafía fugaz

Que no me bese el aire, sólo el aire, el aire que me envuelve y me reclama, que libera mi vuelo y que lo apresa.
Que me escriban tu beso, tus manos, tu mirada. Que desgarren tus letras mi piel, que me quemen tus verbos. Brasas heridas. Pretéritos imperfectos.

viernes, enero 06, 2006

Alba sin alba


Eres una noche angosta y te da miedo tu propia oscuridad. No huyas. Acostúmbrate a ella y descubrirás despacio, con dolor, poco a poco, que hay débiles rayos de luz. Redescubrirás pequeñas y múltiples estrellas que parpadean sorprendidas ante tu prolongada ausencia, ante tu lejana partida y chispean de alegría con tu regreso, con tu reencuentro.

Y cada cierto tiempo irá aumentando el resplandor, vislumbrarás más todas las cosas oscuras y tenebrosas que te hacían tropezar y caer, irá creciendo una luz blanca en la noche de tu mente y cíclicamente se llenará todo con una gran luna llena.

Será como un despertar.

Partirá. Se volverá a ir. Pero eso no significa el fin, es sólo una despedida. El inicio de un nuevo reencuentro.

Estarás otra vez en la penumbra... pero tus ojos ya sabrán de las estrellas.

martes, enero 03, 2006

Alba derribado

El alba de tu vida
se fue quedando oscuramente mudo,
nada luz ni cristal.
Soledad creciente, desmesurada y ciega.
Todo nada.
La conciencia profunda, sin imágenes,
del más profundo sueño,
en la ausencia deviene visible,
en cada brecha de la existencia.
El abismo de la nada atravesado.