Veo una ciudad amurallada, da sensación de pesantez, de historia amalgamada en piedra, de antigüedad sobria y distante. Las murallas encierran temores y consuelos, albadas de centinela y horizontes pétreos de gloria y conquista.
Hay murallas entre nosotros, entre nuestros lenguajes y nuestros signos. Murallas, no por invisibles menos infranqueables, de impersonalidad y lejanía.
Casi siempre pensamos que las murallas impiden entrar. Pocas veces que también impiden salir.
Hay murallas entre nosotros, entre nuestros lenguajes y nuestros signos. Murallas, no por invisibles menos infranqueables, de impersonalidad y lejanía.
Casi siempre pensamos que las murallas impiden entrar. Pocas veces que también impiden salir.
6 comentarios:
Eso; la muralla, o la coraza, ¿protege o aísla?.
Supongo que será desde que lado se mire. Pueden guardar tesoros, proteger a los de dentro o hacer creer a esos mismos que protegen a los de fuera...
Sea lo que sea, en algunos casos, es enriquecedor tomarlas al asalto.
Un abrazo
Siempre que veo una ciudad amurallada me traslado a la época en que se debió construir. Y busco enseguida el hueco por donde alguien podría entrar en la noche, pero sobre todo, por el que se podría salir. Siempre lo hay.
Siempre tienen algún puente, o una puerta, o un foso que atravesar tanto de dentro como de fuera :)
Abrazo!
Iba a decir justo lo q pregunta Turu, pero yo lo afirmo, aislan más q protegen. Y lo remata Tha con su comentario. Todo dicho ;)
Besazos, Chafarderillo
Todavía hoy los responsables políticos siguen poniendo murallas, pensando que así resolverán los conflictos (el caso más reciente es la que han levantado entre palestinos e israelies). Pero no hay muro que pueda contener el odio. Tampoco el amor. Ni tampoco la libertad para pensar. Además, también nosotros nos construímos murallas para protegernos del mundo exterior, murallas solamente derribadas por aquellos que verdaderamente son nuestros amigos.
Abrazos
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