Ellos son diferentes a mis amigas las elegantes plumas, mis colaboradores bolígrafos o mis lánguidos rotuladores. Plumas, bolígrafos y rotuladores tienen la ventura de gozar de una vida más longeva, pues sus entrañas consumidas pueden sustituirse por otras nuevas. Mis lapiceros son dueños de una vida finita, van encogiéndose poco a poco con el trabajo y el tiempo. Yo mismo contribuyo con su empequeñecimiento al introducirlos en esa cámara de tortura que es el sacapuntas; me parece escuchar sus resignados lamentos cuando los afilo para que sigan dándome alegrías. Por eso utilizo muchos, pues me duele verlos menguar, a ellos, que me regalan su vida para que yo disfrute, que solamente saben darme regocijo y felicidad, aunque algunas veces se hayan humedecido con mis lágrimas.
Son mis lapiceros. Parte de mi vida.