Una serpiente perseguía enconadamente a una luciérnaga. Día y noche iba tras ella sin descanso. Agotada, la luciérnaga se detuvo, rendida y dispuesta a ser devorada por aquel reptil.
- Ya que vas a comerme, déjame serpiente que te haga tres preguntas.
- Me parece bien.
- ¿Estoy en tu cadena alimenticia?
- No.
- ¿Te he hecho algún mal?
- No.
- Entonces, ¿Por qué quieres devorarme?
- Porque no soporto que brilles.
3 comentarios:
Pericles, Sócrates y gente así
Pues gracias que le dejó hacer las tres preguntas! Qué jodida es la envidia....
;-)
Besicos, chepi!
La envidia puede con todo, hasta con un gran amor !!
Publicar un comentario