miércoles, enero 08, 2014

No ha leído el libro

Mi querido Yorick, cómo están algunas cabezas. Figúrate que el pollo que interpreta el personaje principal de la película El Médico, adaptación de la novela homónima de Noah Gordon, ha dicho que "no he leído el libro, no tengo tiempo". No sé quién es, cómo se llama ni tengo el más mínimo interés en averiguarlo. ¿Recuerdas, mi pobre Yorick, lo que nos decía Marsillach? "La mayoría de los actores —salvo honrosas excepciones— son unos incultos que únicamente saben aprenderse su papel". Qué cierto, Yorick. Huérfanos de estudios y de lecturas se zambullen en la interpretación para la que pueden, o no, estar dotados por naturaleza, y pocos son los que se preocupan por instruirse y aprender algo más. ¿Cómo extrañarnos, entonces, de que al joven gallardo que interpreta el papel de Fernando el Católico —Sancho creó que se apellida— en la serie televisiva "Isabel" se le ocurra definir al rey de Aragón exclusivamente como tirano? Sí, Yorick, sí; públicamente en una entrevista en televisión. ¿No te estremece imaginar el calificativo que les hubiera adjudicado a Ramiro II o a doña Urraca? 
    Sí, también recuerdo nuevamente a Marsillach cuando nos comentaba que la conversación con los actores fuera de escena, plató o estudio era absolutamente plana, pues sólo hablan de tres cosas: a) de ellos mismos, b) de lo que hacen y cobran, c) de los chismorreos entre compañeros de profesión. 
      Y como ribete, llega Coronado que es apuesto, bizarro, actor pasable y buen chaval aunque tenga menos luces que un tren de mercancías, para perorar al mundo que quiera escucharle que "cuando los actores opinan sobre cualquier cosa, como son conocidos, tienen influencia en la población" (sic). Tembladeras me entran, mi pobre Yorick. 
      No leen el libro, ningún libro, ni saben más allá de interpretar "su" papel —porque no tienen tiempo de leer el resto de la obra, ni les importa un pimiento— pero opinan, substantivan, adjetivan y califican como auténticos académicos. Y alguna parte de la población les escucha y aplaude, seguramente porque tampoco tienen tiempo de leer.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Desgraciadamente Coronado tiene toda la razón,basta salir por la tele ó ser medianamente famosillo para que todo el mundo te tome por Dios y te cite como si fueras uno de los 7 Sabios de Grecia !
Qué pena y qué incultura !Todos quieren ser Gran Hermano..

Turulato dijo...

Aquí estamos tras una temporada silenciosa. La lectura, cuyo contenido habíamos comentado alguna vez de viva voz, deprime por mostrar la realidad y porque, como ya probaron los norteamericanos en la WWII, a la Masa se la dirige mediante la imagen.

Me asusta la soledad en la que vivo en muchos momentos, intentando mantener el intelecto en marcha, ajeno al entorno. Estoy cansado, que no vencido.

A diferencia de lo que resulta de un buen casting anglosajón la presencia de los actores españoles es deprimente por irreal; vemos obispos de primeros del siglo XX con melenita de macarra poligonero u oficiales de la Guardia Civil de los tiempos de la posguerra que no hubiesen durado vivos ni enteros más de un minuto.

Todo eso, aparte del daño al espectador, muestra un gran desprecio por este, ya que no pretende ofrecerle la verdad sino una imagen de consumo.

Cualquier día, van a congelar una mierda para que brille, ponerle un lazo y la ofrecerán para consumo

A.M. Valero Lite dijo...

Tu artículo es fuerte Oshidori, pero el de Turulato es...demoledor.
Muy bueno lo de la melenita de los actores haciendo de clérigos del siglo pasado, o lo del carácter apocopado (quiero entender) del personaje de Guardia Civil. Pero, ¿ no crees,Turulato, que eso es culpa del director y no de los actores? No creo que un actor tenga más autoridad que un director o un guionista, y si le dicen "así tienes que vestir o así es tu papel" pues....así es.
Es, en general, el mundo del cine español el que está podrido. No habría malos actores, o mejor dicho, no contratarían malos actores si quienes lo hacen, si quienes ponen la guita no lo hicieran o si quienes los dirigen no lo consintieran. Porque esa es otra: toda la maquinaria que está detrás del mundo del espectáculo desgraciadamente y como en muchos otros ámbitos tiene como fin primero, último y principal, las ganancias, el dinero, el vil metal. Porque quien mueve esto no son los pobres desgraciados que aspiran a ver sus caras en la gran pantalla y a ser reconocidos por las calles, ni siquiera tampoco los pobres que desesperadamente buscan la fama más que el dinero, ni siquiera los que, sinceramente, quieren de verdad hacer algo bueno. Los que mueven esto son los que tienen la pasta, los que tienen contactos con el gobierno de turno y los que se han constituído en un poder fáctico, adorados por unos y odiados por otros pero poderosos al fin y al cabo, tanto por haber acumulado un gran patrimonio dirigiendo, actuando o haciendo el hortera, como por poseer opiniones de peso suficiente para que alguien que se enfrente a ellos con menos poder no vuelva a trabajar nunca en el mundillo, En fin, una mafia.
Sin embargo este hecho solo justifica en parte la realidad de la mala calidad y la incultura de la mayoría de los actores españoles de hoy día. El deseo de fama rápida, la sensación orgásmica de verte reconocido por las calles y mitificado por la masa, la falta real de buenas y serias escuelas de teatro, la tentación de unos honorarios sobrevalorados por intervenir en una pelicula o serie, la falta de valores en general, o en especial del esfuerzo y el conocimiento de lo que significa llegar a convertirse en ACTOR, hacen que los chavalillos que se preparan en escuelas engañosas tengan más prisa e interés por enterarse de los casting mas cotizados o de contactar con este o ese actor o director conocido que les puede ayudar a subir que de formarse, prepararse, con el corazón, la cabeza, y el espíritu. Pero al fin y al cabo, ¿no es esto reflejo de una sociedad abocada a lo vacío, a lo inmediato, al placer gratis y rápido, al envoltorio, a las apariencias?
¿Pero, acaso, no estoy hablando de esta famosa crisis de este siglo XXI?

A.M. Valero Lite dijo...

(Y sigo: es que no me dejaba publicar un comentario tan largo de una sola vez. Estoooo...me lo haré mirar).

Por tanto, aunque te dije que me habías desmontado un mito cuando hablábamos de esto junto al fuego de la chimenea, lo cierto es que el mito ya estaba desmontado a tenor de los post que escribí hace ya tiempo en el vilmente abandonado blog de Penélope , lo que ocurre es que los casi 4 largos años separada del mundillo de Madrid y la falta de contacto con gente del mundo e la faránula me habían de nuevo llevado a re-idealizar por este camino de la melancolía tan propio de mí todo lo que ahora no tengo. No por nada mi nuevo mundo son viñas, tractores, caballos, más burros que caballos y una sociedad más preocupada por lo que le que le pasa al vecino que por el sublime arte del teatro.
http://penelopeenelparaiso.blogspot.com.es/search/label/actores

Sin embargo, todo lo aquí dicho sobre los actores, en su mayoría sobre los actores de cine y televisión que no siempre, y de hecho, la mayoría de las veces no son los mismos que los de teatro.
Hay actores famosos que nunca apenas por no decir nunca, han pisado un escenario. Y es ahí, donde, para mí, se la juega uno de verdad. Donde de verdad se ACTÚA. Y de la esencia del teatro y lo que significa ser actor…en fin…tengo cuerda para hablar rato, pero no es el momento ni la ocasión.

Hay muchos y muy buenos actores de teatro, de los que doy fe, que no los conoce ni Tita.
Y también hay muy buenos actores de cine, si quereis nos mojamos en los nombres.

Pero es cierto que la desmitificación de que los actores eran personas cultas me dejó hecha polvo.
Igual que la de que los psiquiatras eran personas muy equilibradas. Lo que ocurre es que esto ultimo, puede hacer daño a la salud.

Besos, Oshidori.