Un sueño absorto, bajo algunas tensiones, describía parte de lo que anidaba en su cerebro. Se veía más lejos y más joven, con una indumentaria en desaliño, reclinado delante de una mesa, rodeado de papeles, trabajando en la conclusión de algunos textos.
De pronto se sentía invadido por un terror extraño. ¿Se encontraba en el lugar debido?
¿No sería en algún purgatorio donde, en pago de todos los errores cometidos, estaba condenado a la pasión de escribir sin cesar hasta extinguirse?
¿Y para qué escribía? ¿Para quién? Se sintió alarmado. ¿Para sí? ¿Para llenar su tiempo con palabras? ¿Acaso para poder seguir tras sus pensamientos? ¿Tal vez se hallaba delante de su sombra, junto a un pequeño encuadre luminoso que fijaba la historia individual en la del universo y sus distancias?
Lo más trascendental era que el cosmos también tenía historia imaginable y en la imaginación se convertían todos los mundos en un solo mundo, porque las criaturas y los astros eran en sí enérgica unidad, revelación constante del secreto de lo distinto y lo uno entrelazados.
Por medio de la luz y la certeza de sentirse viviendo, se le abrían los puentes de las luces y las sombras como tangible norma existencial. Ante la claridad de la belleza aparecen borrados los misterios -escribió. Pero todo seguía siendo un sueño, interesante, pero sueño.
1 comentario:
Se me ocurre..., que quizá soñase desde "La Constelación de los Cisnes", allá, entre las estrellas...
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