Cuando dejé mi comentario anterior, dada la hora a la que lo escribí, no había escuchado tu recitado, pues no me atreví a conectar los altavoces. Lo acabo de paladear. Lo mejor que has interpretado.
Me gustó tanto oír con tu voz este poema recitado que aún estoy pensando mis palabras. Este soneto siempre me ha gustado, entre otras cosas, por todos los espacios que nos abre. Permíteme un apunte un poco más largo de lo habitual.
Verdaderamente la cruda decrepitud que se palpa en estos versos nos hace sentir el escalofrío de la muerte, a la que el poeta parece anticiparse. Pero creo que además de las bellas referencias inmediatas, también podemos atisbar otras. Aunque hoy bien pudiéramos pensar que la “Patria” del primer verso es la que todos los españoles compartimos y nos pudiese parecer que la primera estrofa estuviera escrita desde entonces justo para hablar de nuestros días, yo creo que el poeta va un paso más allá. O más acá:
Pudiera estar hablando desde el misticismo de su época. Parece que nos está contando una visión de lo terreno desde más allá de la muerte. La palabra “patria” nos habla de los padres, de lo que de ellos heredamos; por eso, bien pudiera ser nuestro humano cuerpo, condenado por el devenir temporal, un cuerpo antes fuerte, ya desmoronado (cuando el espíritu que lo anima se ha marchado). También la “casa” sería la morada, la antigua habitación del alma que sin ésta sólo es despojo. Cuerpo que, al ser Naturaleza, está sujeto al ciclo temporal. Naturaleza acompaña el sentimiento del poeta, que describe el fin del círculo en el estío: los arroyos desatados que antes eran sólido hielo son sorbidos por un funesto sol, evaporados.
Todo lo que apunto mejora si a continuación leemos el soneto de Quevedo que nos ha escrito Juana Banana. Me alegra especialmente encontrar su sintonía.
4 comentarios:
Y puestos así, Bego, un beso. ¿Sabes por qué?; porque se te escapa el alma buena por la mirada.
Perdona Oshi, por la intromisión
"seré ceniza, mas tendré sentido;
polvo seré, mas polvo enamorado."
robando los versos que más me gustan de Francisco.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
y para Bega, unos besos y abrazos que si estu amiga, entonces es buena!
Cuando dejé mi comentario anterior, dada la hora a la que lo escribí, no había escuchado tu recitado, pues no me atreví a conectar los altavoces.
Lo acabo de paladear. Lo mejor que has interpretado.
Me gustó tanto oír con tu voz este poema recitado que aún estoy pensando mis palabras. Este soneto siempre me ha gustado, entre otras cosas, por todos los espacios que nos abre. Permíteme un apunte un poco más largo de lo habitual.
Verdaderamente la cruda decrepitud que se palpa en estos versos nos hace sentir el escalofrío de la muerte, a la que el poeta parece anticiparse. Pero creo que además de las bellas referencias inmediatas, también podemos atisbar otras. Aunque hoy bien pudiéramos pensar que la “Patria” del primer verso es la que todos los españoles compartimos y nos pudiese parecer que la primera estrofa estuviera escrita desde entonces justo para hablar de nuestros días, yo creo que el poeta va un paso más allá. O más acá:
Pudiera estar hablando desde el misticismo de su época. Parece que nos está contando una visión de lo terreno desde más allá de la muerte. La palabra “patria” nos habla de los padres, de lo que de ellos heredamos; por eso, bien pudiera ser nuestro humano cuerpo, condenado por el devenir temporal, un cuerpo antes fuerte, ya desmoronado (cuando el espíritu que lo anima se ha marchado). También la “casa” sería la morada, la antigua habitación del alma que sin ésta sólo es despojo. Cuerpo que, al ser Naturaleza, está sujeto al ciclo temporal. Naturaleza acompaña el sentimiento del poeta, que describe el fin del círculo en el estío: los arroyos desatados que antes eran sólido hielo son sorbidos por un funesto sol, evaporados.
Todo lo que apunto mejora si a continuación leemos el soneto de Quevedo que nos ha escrito Juana Banana. Me alegra especialmente encontrar su sintonía.
Disculpas por la extensión.
Y un millón de gracias.
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