
jueves, mayo 31, 2007
lunes, mayo 28, 2007
Doctrina y opinión de Galileo
GALILEO GALILEI.- Cuando el Todopoderoso lanzó su gran "hágase", al sol le dijo que, por orden suya, portara una lámpara alrededor de la tierra como una criadita en órbita regular.
Pues era su deseo que cada criatura girara en torno a quien fuera mejor que ella.
Y empezaron a girar los ligeros en torno a los pesados, los de detrás en torno a los de delante, así en la tierra como en el cielo, y alrededor del Papa giran los cardenales.
Alrededor de los cardenales giran los obispos.
Alrededor de los obispos giran los secretarios.
Alrededor de los secretarios giran los regidores.
Alrededor de los regidores giran los artesanos.
Alrededor de los artesanos giran los servidores.
Alrededor de los servidores giran los perros, las gallinas y los mendigos.
Bertolt Brecht. Vida de Galileo (fragmento). 1938
Pues era su deseo que cada criatura girara en torno a quien fuera mejor que ella.
Y empezaron a girar los ligeros en torno a los pesados, los de detrás en torno a los de delante, así en la tierra como en el cielo, y alrededor del Papa giran los cardenales.
Alrededor de los cardenales giran los obispos.
Alrededor de los obispos giran los secretarios.
Alrededor de los secretarios giran los regidores.
Alrededor de los regidores giran los artesanos.
Alrededor de los artesanos giran los servidores.
Alrededor de los servidores giran los perros, las gallinas y los mendigos.
Bertolt Brecht. Vida de Galileo (fragmento). 1938
martes, mayo 22, 2007
Gota a gota

Me ha hablado el corazón secreto de la lluvia del perfume imaginado en la distancia.
He querido buscar el beso en los geranios del patio, entre diéresis dormidas. Quiero besarlo flor a flor, ser a ser, para levantar el peso del silencio.
Dame el quieto contorno de esas lunas de sombra, su canto contenido, su miel inmediata, aunque yo no sea en tu noche más que un lago, o una copa que pudieras beber entornando los ojos.
Gota de agua, o sonriente lágrima perdida.
He querido buscar el beso en los geranios del patio, entre diéresis dormidas. Quiero besarlo flor a flor, ser a ser, para levantar el peso del silencio.
Dame el quieto contorno de esas lunas de sombra, su canto contenido, su miel inmediata, aunque yo no sea en tu noche más que un lago, o una copa que pudieras beber entornando los ojos.
Gota de agua, o sonriente lágrima perdida.
lunes, mayo 14, 2007
Antes del odio
Con motivo del sesenta aniversario de la muerte del poeta oriolano Miguel Hernández, dimos unos recitales de su poesía en la ciudad. Casi siempre que preparábamos un recital acudíamos con él a un centro cultural de un barrio en el que colaboraba una compañera de nuestro grupo de teatro. Este centro, que se llama "El Tranvía" (pues ocupa las antiguas cocheras de los tranvías urbanos ya desaparecidos), sin ayudas oficiales hace una ingente labor de ayuda social con niños, jóvenes, inmigrantes, ancianos... Para nosotros era una delicia recitar los poemas y compartir con las personas mayores del centro un café con pastas con que nos obsequiaban amorosamente. El auditorio solía ser casi exclusivamente femenino y, siempre, generoso y agradecido.
Aquel día que recitábamos a Miguel Hernández había un hombre mayor que se sentó, junto a la que parecía su esposa, en la primera fila, justamente delante de mi. La sala era amplia y se utilizaba para múltiples actividades y cuando había un recital o una conferencia se colocaban las sillas ante una pequeña tarima en la que estábamos nosotros.
El recital era una antología estructurada cronológicamente de los poemas más representativos. Cuando recitaba uno de los poemas, advertí que el hombre de la primera fila, a metro y medio de mi, lloraba en silencio. Me sobrecogí, pues no era capaz de imaginar el porqué de aquel llanto sordo, desconsolado.
Al concluir el recital me acerqué instintivamente a aquel hombre, que se levantó y me abrazó.
-Gracias -me dijo con una sonrisa y la voz quebrada- por recitar estos poemas. Se los escuché a Miguel en la cárcel, fuimos compañeros de calabozo.
Era un viejo anarquista, Floreal de nombre, que compartió celda con Miguel Hernández, le vio gestar sus versos y los escuchó recién nacidos. En sus ojos húmedos no había odio, ni rencor, sino nobleza, cansancio y derrota. Ojos que habían visto demasiadas cosas para olvidar y lloraban con generosidad e hidalguía el recuerdo.

He aquí el poema de Miguel y de Floreal.
Miguel Hernández. Antes del odio. Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941).
viernes, mayo 11, 2007
Una marisopla (Égloga primaveral)
martes, mayo 08, 2007
Saludos de Benavente
A Don Jacinto Benavente le gustaba pasear y pararse en los escaparates de las pastelerías, ya que era muy aficionado a los dulces. En uno de estos garbeos, acertó a pasar ante la terraza de un café de la calle de Alcalá en el que solían reunirse los actores. Todos los que allí estaban se apresuraron a saludar a don Jacinto, que fue correspondiendo a los saludos estrechándoles la mano. Entre ellos había un joven que pugnaba por saludar a Benavente sin lograrlo hasta que, abriéndose paso entre el grupo que rodeaba al dramaturgo, se puso ante él y le dijo:
-Perdóneme, don Jacinto, pero como ha dado usted la mano a todos y no se ha fijado en la mía, quiero recordarle que yo hice un papel en Campo de armiño. ¿Es que no quiere saludarme?
Y Benavente, estrechando su mano con verdadera efusión, le respondió rápido:
-Sí, hombre, sí. Claro que quiero saludarle y claro que estrecho su mano, hombre. Ahora recuerdo que usted hizo un papel en Campo de Armiño. Conste que le saludo, ¿eh? Yo nunca he sido un autor rencoroso.
-Perdóneme, don Jacinto, pero como ha dado usted la mano a todos y no se ha fijado en la mía, quiero recordarle que yo hice un papel en Campo de armiño. ¿Es que no quiere saludarme?
Y Benavente, estrechando su mano con verdadera efusión, le respondió rápido:
-Sí, hombre, sí. Claro que quiero saludarle y claro que estrecho su mano, hombre. Ahora recuerdo que usted hizo un papel en Campo de Armiño. Conste que le saludo, ¿eh? Yo nunca he sido un autor rencoroso.
El joven desapareció como por ensalmo y Benavente siguió su paseo en busca de libros recién aparecidos o de pasteles recién salidos del horno.
lunes, mayo 07, 2007
Asesino de flores
Caminaba a destiempo por los jardines de la memoria. Hubiera querido abismarse en la nada, pero éso también estaba prohibido. Ella había escrito en piedra su destino y él se había resignado.
Cuando la niebla dejó de gritar y se disipó, las flores yacían sin vida y sin una sonrisa. No, la vida no tiene la culpa de nada.
Cuando la niebla dejó de gritar y se disipó, las flores yacían sin vida y sin una sonrisa. No, la vida no tiene la culpa de nada.
miércoles, mayo 02, 2007
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