Con motivo del sesenta aniversario de la muerte del poeta oriolano Miguel Hernández, dimos unos recitales de su poesía en la ciudad. Casi siempre que preparábamos un recital acudíamos con él a un centro cultural de un barrio en el que colaboraba una compañera de nuestro grupo de teatro. Este centro, que se llama "El Tranvía" (pues ocupa las antiguas cocheras de los tranvías urbanos ya desaparecidos), sin ayudas oficiales hace una ingente labor de ayuda social con niños, jóvenes, inmigrantes, ancianos... Para nosotros era una delicia recitar los poemas y compartir con las personas mayores del centro un café con pastas con que nos obsequiaban amorosamente. El auditorio solía ser casi exclusivamente femenino y, siempre, generoso y agradecido.
Aquel día que recitábamos a Miguel Hernández había un hombre mayor que se sentó, junto a la que parecía su esposa, en la primera fila, justamente delante de mi. La sala era amplia y se utilizaba para múltiples actividades y cuando había un recital o una conferencia se colocaban las sillas ante una pequeña tarima en la que estábamos nosotros.
El recital era una antología estructurada cronológicamente de los poemas más representativos. Cuando recitaba uno de los poemas, advertí que el hombre de la primera fila, a metro y medio de mi, lloraba en silencio. Me sobrecogí, pues no era capaz de imaginar el porqué de aquel llanto sordo, desconsolado.
Al concluir el recital me acerqué instintivamente a aquel hombre, que se levantó y me abrazó.
-Gracias -me dijo con una sonrisa y la voz quebrada- por recitar estos poemas. Se los escuché a Miguel en la cárcel, fuimos compañeros de calabozo.
Era un viejo anarquista, Floreal de nombre, que compartió celda con Miguel Hernández, le vio gestar sus versos y los escuchó recién nacidos. En sus ojos húmedos no había odio, ni rencor, sino nobleza, cansancio y derrota. Ojos que habían visto demasiadas cosas para olvidar y lloraban con generosidad e hidalguía el recuerdo.
He aquí el poema de Miguel y de Floreal.
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Miguel Hernández. Antes del odio. Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941).
7 comentarios:
Me imagino que te has de haber sentido tan bien, el haber sido parte de tan maravillosos recuerdos...fuiste o eres parte de la historia del Sr. Floreal, el oir en tu maravillosa voz, aquellos poemas que el vio nacer...eso si que es una verdadera culminación con broche de oro....de algo!!
saludos desde muy lejos..
Cuando nos ocurren detalles así es cuando disfrutamos el verdadero sentido de la vida, nos sentimos completos, aunque sea por una fracción de segundo. El recuerdo queda para siempre. Enhorabuena.
Cómo me habría gustado hablar con ese hombre. Cómo me habría gustado oir de sus labios hablar de Miguel Hernández.
A veces, mi comentario se centra en como escribe -o recita- el Chafardero.
A veces, en que es lo que escribe -o recita- el Chafardero.
He escuchado varias veces la grabación. Varias. Al principio, mirando al aire; luego, al dibujo de la cara de Miguel Hernández.
Comencé, dejándome mecer por sus palabras. Acabé atento a todas y cada una, a lo que creo que significa su parto.
Y soy incapaz de comentar lo que he escuchado. ¡Bravo, bravísimo!.
Yo prefiero hablar solo de tu maravillosa voz y de lo bonito q recitas, del resto nada, prefiero dejarlo. Soy tan idiota q hay cosas q me duelen demasiado tantos años después.
Un besazo, Chafarderillo
¿quién, si ha amado, no se emociona al escucharte y sentir este poema?
¿No quiere acaso el actor, el pintor, el cantante, el músico... que su público se emocione? Cuando uno transmite desde lo más profundo... emociona. Tal como lo has hecho tu :)
Muchas gracias y también por ser tan amigo de mis amigas ;)
Millones y millones de gracias, Chafarderillo. Te debemos una muuuy grande!.
Besazos
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