martes, diciembre 18, 2007

Retrato de soledad sobre fondo de fantasmas





Cuando alguna tarde comete la torpeza de sentarse al borde de sí, le atraviesa la idea de que faltan los días y sobran las horas. La niebla del recuerdo disfruta tejiendo en la soledad deseos de color carmín. Y piensa en la fugacidad, esa alimaña del tiempo diestra en las penas y amarga en las alegrías, deseosa de transgredir los días en compañía.
¿De qué me sirven la tinta, el papel y la palabra? -se pregunta- ¿Qué quiere de mi el deseo?
Un resplandor desnudo se desliza sobre los charcos de sombra, pero ya se había extraviado en el laberinto de la tarde, el que lleva a dos árboles, sus árboles.
Quisiera algunas veces perder la memoria. Tener la posibilidad de bloquear el recuerdo inesperado con igual facilidad que el ratón cierra la ventana pulsando en la "X".
- ¿Desea cerrar el recuerdo?
- Sí, a todo.
Pero uno debe aprender a convivir con los fantasmas del recuerdo. Esos que se esconden, casi atrincherados, en el armario de la memoria y de los que se llega a tener el absoluto convencimiento de que son eternos. Y sonreír, porque se ha vivido. Aunque éso es otra historia...

7 comentarios:

Unknown dijo...

¡Bien! ¡Vivamos! Que los recuerdos forman parte de nosotros, de nuestras células, de cada uno de nuestros linfocitos. Recordemos los recuerdos, pero saboreándolos. Que incluso en la más amarga nostalgia hay una luz tenue por donde podemos dejar que penetre toda la vida que tenemos por delante. ¿Dónde irá a parar la ventana que cerramos con la X?

Turulato dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Turulato dijo...

Muy bien. "Todo" arreglado

Silvia dijo...

¿Y por qué cerrarlo y no minimizarlo? Saber que está ahí pero que no puede afectar a lo que hacemos. Así, cuando veamos que tenemos ganas, nos enfrentamos a él cara a cara.
Lo malo son esos fantasmas del recuerdo que se pueden concretar en carne y hueso y aparecen de vez en cuando.
Un beso

Turulato dijo...

Los recuerdos, amigo, no son buenos ni malos. Un recuerdo puede tanto impulsarnos tras algo que enriquezca nuestra vida como llenarnos de ausencia.
Los recuerdos son algo así como el alimento de la experiencia, pues lo vivido necesita digerirse para llegar a ser idea. Vivir sin recordar luego es no existir, pues parafraseando a González Ruano.. vivimos recordando lo que hicimos y soñando lo que haremos; ¿el presente?.., acaba de pasar y ya es recuerdo, o aún no llegó y es sueño.
Creo a estas alturas que todo depende de nosotros. Como siempre. ¿Recuerdas las clases de gimnasia?; alguna vez hemos charlado sobre quienes, intentando saltar "el caballo", embutían sus partes pudendas contra el artilugio.
Otros, en la misma situación y esfuerzo, utilizaban como trampolín para proyectarse sobre la colchoneta, que les acogía más allá, justamente aquel bicho aplastapelotas.
Pues eso. Mira al revés.. Con ilusión y esperanza.
Y hablando de revés. La imagen de "Monje frente al mar" de Friederich está al revés. Dale la vuelta y sonríe.

Anónimo dijo...

Pues a mí me sucede con los malos,
tristes, amargos recuerdos que después de haberse enseñoreado
durante un largo, larguísimo tiempo de mi ánimo,consigo introducirlos en el fondo de un
imaginario cajón ,de donde no vuelvo a sacarlos jamás ,hasta que
estoy completamente segura de que ya no van a causarme dolor.

Mar dijo...

Y sin el recuerdo... ¿cómo percibir lo que vives en el instante?. Una vez paraste en tu camino y viviste una estrella, si lo olvidas, tal vez nunca puedas darte cuenta de que hay todo un firmamento por disfrutar.
Si sentiste dolor es que estabas vivo, si lo recuerdas, es que sigues vivo.
Un beso.