Al hilo de la entrada anterior, en la que comentábamos la leyenda de la coronación de Pedro II el Católico, nos acercaremos ahora al sitio de la ciudad de Bèziers, en el Languedoc francés, durante la cruzada que el papa Inocencio III lanzó contra la herejía albigense.
Tradicionalmente la cruzada contra los cátaros se ha presentado como un conflicto meramente religioso. Es más compleja la realidad. Fue también una empresa de conquista para los barones del Norte de Francia y su rey; los barones ambicionaban las riquezas del Sur y el rey de Francia deseaba extender su influencia hasta los Pirineos, recelando del dominio amistoso del rey de Aragón en la región del Languedoc. Fue, incluso, una cruzada social, ya que los fundamentos ideológicos del sistema feudal -establecido sobre la presunta superioridad de la aristocracia- estaban siendo refutados por el creciente poderío de la burguesía ciudadana.
Como todo el mundo sabe, el ejército cruzado acampó frente a Béziers el 22 de julio de 1209. Las autoridades de la ciudad se negaron en redondo a entregar a sus conciudadanos herejes: "Preferimos perecer ahogados en el mar antes que entregar a nuestros vecinos y renunciar a nuestras libertades". Los cruzados sitiaron la ciudad y se prepararon para asaltarla.
Lo que quizá algunos no sepan es que la víspera del día señalado para el ataque, uno de los jefes militares fue a consultar al legado pontificio:
-Cuando entremos en la ciudad, ¿cómo haremos para distinguir a los buenos católicos de los herejes?
A lo que el legado del Papa, después de una breve reflexión, respondió:
-Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos.
Y así lo hicieron. Los feroces cruzados asaltaron la ciudad y la mayor parte de su población pasada a cuchillo. En un solo día se calcula que perecieron ocho mil personas.
Tradicionalmente la cruzada contra los cátaros se ha presentado como un conflicto meramente religioso. Es más compleja la realidad. Fue también una empresa de conquista para los barones del Norte de Francia y su rey; los barones ambicionaban las riquezas del Sur y el rey de Francia deseaba extender su influencia hasta los Pirineos, recelando del dominio amistoso del rey de Aragón en la región del Languedoc. Fue, incluso, una cruzada social, ya que los fundamentos ideológicos del sistema feudal -establecido sobre la presunta superioridad de la aristocracia- estaban siendo refutados por el creciente poderío de la burguesía ciudadana.
Como todo el mundo sabe, el ejército cruzado acampó frente a Béziers el 22 de julio de 1209. Las autoridades de la ciudad se negaron en redondo a entregar a sus conciudadanos herejes: "Preferimos perecer ahogados en el mar antes que entregar a nuestros vecinos y renunciar a nuestras libertades". Los cruzados sitiaron la ciudad y se prepararon para asaltarla.
Lo que quizá algunos no sepan es que la víspera del día señalado para el ataque, uno de los jefes militares fue a consultar al legado pontificio:
-Cuando entremos en la ciudad, ¿cómo haremos para distinguir a los buenos católicos de los herejes?
A lo que el legado del Papa, después de una breve reflexión, respondió:
-Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos.
Y así lo hicieron. Los feroces cruzados asaltaron la ciudad y la mayor parte de su población pasada a cuchillo. En un solo día se calcula que perecieron ocho mil personas.
6 comentarios:
Impresionante.
Ellos siempre con su lógica tan aplastante.
En fin...
Un saludo.
¿No eran todos hijos de Dios?
Saludos desde México.
Muy cierto todo lo que cuentas. En cuanto a la frase del Legado del Sumo Pontífice, creo que muestra una de las manifestaciones de ateísmo más sólidas que concibo.
Poco menos de un siglo más tarde, el rey francés volvió a recurrir a la religión para encubrir sus necesidades de financiación.
Gracias por el artículo. Ya sabes lo que me gusta el tema.
Un abrazo
Que afirmación tan contundente la del Papa pero no me extraña ni tantito sugerencia tan cruel.
Saludos.
Y dicen que acababa de salir de Misa donde había comulgado devotamente...
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