martes, abril 19, 2011

El perdón y el olvido

Perdono pero no olvido. Habremos escuchado -y seguramente dicho- en bastantes ocasiones esta frase. Y, casi a continuación, nos hemos preguntado si el perdón debe llevar aparejado el olvido para ser completo, o si el olvido lleva implícito el perdón. Cada quien habrá llegado a su propia conclusión, y decidido qué hacer con su perdón o su olvido. Cuentan del rey Ciro, hombre magnánimo y alma grande, que tras ser vencido por los atenienses, se le olvidaba que debía vengar aquella derrota. Hasta el punto que un esclavo le debía decir todos los días: "Recuerda a los atenienses".
Ciertamente el perdón supone la fractura definitiva del cristianismo con las leyes mosaicas. Del bíblico "ojo por ojo y diente por diente", pasamos al "ama a tus enemigos" de Jesucristo. Ya no sólo se trata de perdonar a tu hermano setenta veces siete, sino de amar a tu enemigo, a devolver bien por mal recibido.
Es francamente difícil amar a quien te ha agraviado. Pero los cristianos decimos varias veces al día "perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden". Pedimos perdón al Dios misericordioso por nuestros agravios, sabiendo que nos perdonará si nosotros hemos perdonado también al enemigo que nos ultrajó. Jesucristo nos pide casi un imposible.
La condición humana es, por naturaleza, agresiva y violenta ante la afrenta física o moral. Y no sólo hay que perdonar esa afrenta, poner la otra mejilla y, de ribete, amar a quien la hizo. Casi un imposible. Claro que si hay una sola persona que es capaz de hacerlo, la Humanidad habrá contemplado un ejemplo de que puede hacerse.
Bien. ¿Y el olvido? ¿Se puede olvidar una afrenta gravísima aunque haya sido perdonada? ¿Pueden olvidar los millones de víctimas del holocausto judío o del genocidio camboyano las atrocidades recibidas? Sinceramente, si no se quiere que hechos semejantes vuelvan a repetirse, no.
No olvidar tras haber perdonado, puede ser algo parecido a una coraza que nos proteja de agresiones similares en el futuro.
Me viene a la memoria el poema de José Martí:
"Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca".
Recordar lo pasado sin odio, ni rencor. Transformar la amargura y el dolor en amor. Es difícil, muy difícil.

8 comentarios:

Silvia dijo...

Complicadísimo, pero hay que seguir intentándolo porque se vive mucho más serenamente convirtiendo la amargura y el dolor en amor. El odio nos hace mucho más daño a nosotros mismos que al objetivo de ese odio.
Un abrazo

Turulato dijo...

Uno de los pensadores que más me han hecho contemplar mi interior es C.S. Lewis. Tiene una obra de pequeña extensión, pero como todas las suyas muy profundas, titulada "El Perdón".

Mantiene con singular claridad y sinceridad que solo Dios perdona, mientras que el Hombre solo es capaz en el mejor de los casos de disculpar.

Explica que el acto de perdonar se perfecciona a través de dos requisitos: el olvido absoluto y eterno de lo sucedido y la carencia absoluta de razón para perdonar. El perdón es Amor puro. Por eso es Divino.

Por contra, el Hombre, aun el que crea que es más generoso, nunca llega a olvidar, en el grado que sea. Y necesita algún motivo, alguna razón u ocasión, que le ayude a justificar y aceptar que renuncia a la venganza, que no reclamará una compensación y que se comportará como si nada hubiese sucedido. Por eso, el Hombre disculpa, no perdona.

Anónimo dijo...

Bueno bueno bueno...
Pues parece que toca hablar un poco en serio, esta vez.

Digo un poco, no sea cosa que se me escape algún chascarrillo, que me conozco, bacalao...

A ver, que me voy despendolando, y no puede ser, que hoy voy en serio.

Yo lo tengo claro. Al menos por mi experiencia, se puede perdonar (o tal vez sólo disculpar, como dice Turulato). De lo que estoy segura es de que no se olvida, y además, creo que no debe olvidarse. La Vida es la Historia, la de cada uno. ¿Cómo olvidar nuestra propia historia? Yo he perdonado (y me han perdonado, o eso creo). Pero, ¿sabes qué? Cuando realmente alguien me hizo daño, le perdoné cuando ya no me importaba... ¿Éso también se considera perdonar? Ahí te lo dejo...

Como dice la canción de Búnbury: "El tiempo lo cura todo, cuando no importa ya"

Y te dejo un poema de Becker, mira qué clásica me he puesto, ja ja ja

"Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón.
Habló el orgullo y enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro,
pero al pensar en nuestro mutuo amor
yo digo aún: "¿Por qué callé aquel día?".
Y ella dirá: "¿Por qué no lloré yo?".

Besicos de la fatica

PD_ ¿Has visto qué rollo? Ahora entenderás por qué siempre estoy de guasa.
:-p

Unknown dijo...

Pues sí, esta vez la cosa es profunda. Así que...

Hay ofensas que pueden ser tan dolorosas que son casi imposibles de perdonar. Además, cuanto más cercana está la persona que nos causa el dolor, más intenso es éste. Lo vivimos como una traición, con lo que el perdón es más difícil. O sea que, a primera vista, el amor dificulta el perdón. Pero también perdonamos con facilidad a aquellos a los que amamos intensamente. Y entonces sí olvidamos. ¿Paradoja? No, creo que no. En realidad el Amor es la única fuente del perdón. El perdón y el olvido son algo así como la "prueba del algodón" del Amor. El Amor (así, con mayúscula) es tan poderoso que triunfa sobre el orgullo, sobre el dolor, sobre la incomprensión, sobre el deseo de venganza. Solo entonces puede haber perdón y olvido. Solo los fuertes son capaces de perdonar. Y quizá también de amar. Así que, como tú dices, esa es la esencia del Padrenuestro y la clave del Cristianismo. Y es una consecuencia de ese Amor infinito que tendría Dios sobre sus criaturas. Quizá los hombres no sabemos perdonar porque no sabemos amar como ello exige. Porque una cosa es “amar a los que amamos”, y otra, casi incomprensible para nuestra capacidad humana de sentir, es amar (o perdonar) a los que nos han causado gran dolor, a los que nos han traicionado. Hoy precisamente, Jueves Santo, viene a ser la conmemoración del extremo de perdón, del perdón divino a un traidor que vende a Hijo del Hombre por un puñado de monedas.

(Continúa en el comentario siguiente)

Unknown dijo...

(Es continuación del comentario anterior, pues blogger no me ha dejado escribir tanto).

Soy del género de los hombres; así que no creo que fuera capaz de perdonar algunas cosas. Y eso que yo siempre estoy pensando, como Silvia, que más daño hace el odio al que odia que al objeto de ese odio. Creo que somos más proclives a pedir perdón por nuestras ofensas a fin de vernos libres de la culpa, que a intentar perdonar de verdad a los que nos han causado daño. Aunque esa incapacidad para perdonar encierra ya dentro de sí su propio castigo: amargura, tristeza en el corazón, grisura...

(Perdóname por la extensión desmesurada del comentario).

Anónimo dijo...

muy bueno tu blog, mas que entretenido, me encanto. te dejo el mio postsdeunreinoalien.blogspot.com
nos seguimos
besos y suerte

Anónimo dijo...

Pues yo estoy con la fatica ,perdonar ,me resulta más facil que olvidar ,eso viene con el tiempo y tambien con la indiferencia.

Anónimo dijo...

El perdón humano es no sentir en nuestro corazón, resentimiento alguno, no causarnos daño con la presencia de aquellos seres que en algún momento de la vida, generaron daño en la nuestra y no desear el mal a aquellos que en algún momento generaron males en nosotros deliveradamente o inconcientemente, el olvido no creo sea un error divino, no se olvida la vida, la vida se vive y está allí por siempre, porque asociar perdón con olvido, no se junta el agua y el aceite, son creaciones humanas o reinventemos otro ser humano.
Con cariño para todos