Un mal cómico que representaba una obra muy dramática, oía cómo el público silbaba una perorata suya cada función. Un buen día el pobre infeliz no aguantó más y, cuando empezaron los silbidos, se adelantó a la batería y dijo:
-Respetable público, si no dejan de silbar y no aplauden, lo repito.
Recibió una gran ovación.
¿Qué es más apetecible, buscar el aplauso o la convicción?
domingo, enero 14, 2007
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3 comentarios:
genial, como todo lo suyo...
lo agrego a mis giraluneros, entonces lovisitare ams deseguido, seria un placer para mi contarlo entre mis links, chuicks!
xD
En realidad era un buen cómico.
Se reía de su propia situación.
Desbordo a Eterna, que sabe mucho de cómicos y de buena gente,..: Era un hombre maduro.
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