Estaba sentado a la mesa de un café intentando enhebrar cuatro frases que se pudieran convertir en un relato cuando el camarero -después de haber mirado por encima de mi hombro lo que hacía- me espetó muy convencido: "Si yo le contara mi vida, seguro que de ahí sacaba usted una novela". Asentí con un gesto. Y concluí que toda existencia es susceptible de verse plasmada en una narración, libro de poemas o ensayo filosófico. Porque si miramos en derredor nuestro siempre hallaremos algo digno de mención en la vida de cualquier semejante y que nos sea de utilidad para nuestras empresas literarias.
Todos tenemos alguna cosa importante que contar, aunque solamente sea porque somos piezas inevitables del complejo engranaje que es el mundo. Lo que sucede es que no todos somos capaces de contar nuestras experiencias vitales con la misma vehemencia o el mismo interés. Hay quien va al bar de la esquina y luego lo cuenta como si hubiera ido a la guerra del Líbano; y, sin embargo, hay otro que acaba de llegar de la guerra del Líbano y al contarlo parece que hubiese ido al bar de la esquina.
También hay personas con una imaginación muy frondosa que llegan a ser capaces de "inventarse" la vida de cualquier hijo de vecino simplemente por hacer tiempo mientras esperan en una cafetería o en la consulta del médico; y les divierte horrores, al mirar a una persona, imaginarse su trabajo, su familia, sus aficiones y hasta su forma de ser. Entonces recordé...
Caminaba hacia casa cuando vi a una mujer joven, de pelo rubio y aspecto frágil besar un sobre justo antes de introducirlo en un buzón de correos. Me fijé tanto en el hecho que no reparé en la persona. No sabría decir qué edad, siquiera aproximada, tenía. No sé si llevaba el pelo largo o corto, ni cómo iba vestida; solamente pude advertir que era rubia y su aspecto se me antojó frágil, nada más. Pero sí quedó grabado en mi retina el beso que dio al sobre antes de ponerlo en el buzón. ¿Se trataba de una carta de amor? ¿Se despediría para siempre de la persona amada o le estaría pidiendo que volviese junto a ella? ¿Estaría zanjando una disputa por celos o demandaría explicaciones por alguna ausencia que consideraba injustificada? ¿Sería una misiva destinada a un familiar cercano deseándole la recuperación pronta de una enfermedad o la felicitación por algún acontecimiento? También imaginé que pudiera tratarse de una carta solicitando un trabajo muy necesario, o el envío de un curriculum. Quizás una carta de pésame, o la participación para un concurso millonario, o quizás... Las posibilidades se antojaban infinitas.
No sentí curiosidad por el contenido de aquel sobre sino por la cantidad de alternativas que se le presentaban a mi imaginación, los anhelos, los deseos, las frustraciones, las alegrías o las tristezas que podían latir en el interior de aquel sobre que unos labios acababan de sellar con un beso. Cualquiera de las posibilidades era susceptible de ser utilizada para poner la primera letra de una novela. Acaso también para descubrir toda una vida, una vida de novela.
Todos tenemos alguna cosa importante que contar, aunque solamente sea porque somos piezas inevitables del complejo engranaje que es el mundo. Lo que sucede es que no todos somos capaces de contar nuestras experiencias vitales con la misma vehemencia o el mismo interés. Hay quien va al bar de la esquina y luego lo cuenta como si hubiera ido a la guerra del Líbano; y, sin embargo, hay otro que acaba de llegar de la guerra del Líbano y al contarlo parece que hubiese ido al bar de la esquina.
También hay personas con una imaginación muy frondosa que llegan a ser capaces de "inventarse" la vida de cualquier hijo de vecino simplemente por hacer tiempo mientras esperan en una cafetería o en la consulta del médico; y les divierte horrores, al mirar a una persona, imaginarse su trabajo, su familia, sus aficiones y hasta su forma de ser. Entonces recordé...
Caminaba hacia casa cuando vi a una mujer joven, de pelo rubio y aspecto frágil besar un sobre justo antes de introducirlo en un buzón de correos. Me fijé tanto en el hecho que no reparé en la persona. No sabría decir qué edad, siquiera aproximada, tenía. No sé si llevaba el pelo largo o corto, ni cómo iba vestida; solamente pude advertir que era rubia y su aspecto se me antojó frágil, nada más. Pero sí quedó grabado en mi retina el beso que dio al sobre antes de ponerlo en el buzón. ¿Se trataba de una carta de amor? ¿Se despediría para siempre de la persona amada o le estaría pidiendo que volviese junto a ella? ¿Estaría zanjando una disputa por celos o demandaría explicaciones por alguna ausencia que consideraba injustificada? ¿Sería una misiva destinada a un familiar cercano deseándole la recuperación pronta de una enfermedad o la felicitación por algún acontecimiento? También imaginé que pudiera tratarse de una carta solicitando un trabajo muy necesario, o el envío de un curriculum. Quizás una carta de pésame, o la participación para un concurso millonario, o quizás... Las posibilidades se antojaban infinitas.
No sentí curiosidad por el contenido de aquel sobre sino por la cantidad de alternativas que se le presentaban a mi imaginación, los anhelos, los deseos, las frustraciones, las alegrías o las tristezas que podían latir en el interior de aquel sobre que unos labios acababan de sellar con un beso. Cualquiera de las posibilidades era susceptible de ser utilizada para poner la primera letra de una novela. Acaso también para descubrir toda una vida, una vida de novela.
12 comentarios:
Querido Oshi ,yo soy una de esas personas con imaginación curiosa a quién le gusta observar al projimo y deducir por su aspecto cosas sobre su vida, resulta la mar de entretenido, lo único malo es que nunca puedes corroborar tus deducciones, pero puede que sea mejor así ,ya sabes :imaginación al poder.
¡Muy bueno!
Plas, plas, plas. ¡Genial!
A lo mejor cogió una dirección al azar y decidió alegrarle la vida a un desconocido ¡Quién sabe!
Besos
MNKANTOOOOOOOOO!!...bueno como todo lo que tu haces requetebien!!!
La imaginación te da la oportunidad de soñar despierto...y eso es lo mejor de todo...
tat
¡Muy bien!
Una excelente narración sobre las posibilidades de la narración. En este tipo de bucles va apariciendo el arte. Y quedan abiertos…Re-creación.
Ese hecho es suficiente, para que un escritor imagine una historia o dos...o tres...Un cineasta haría la película...Lo que relatas sería un buen comienzo.
Qué de cosas llevamos dentro que nadie sabe. ¿Mandamos besos en los e-mails?, lo extraño de esto es que haya todavía quién eche cartas al buzón.
Besooo
Una entrada para meditar... ¿qué hay tras los ojos tristes de la vendedora del supermercado? ¿y tras las ojeras de mi alumno de cuarto? Si no te enteras tienes para imaginar... y cuando te enteras, a veces la realidad supera con creces a la ficción. Un abrazo.
Yo querido Oshidori me quedo con el hecho. El beso, la duda de qué quería transmitir con aquel gesto. Los ojos brillantes o apagados. Quizá del gesto pequeño quede el beso. Tal vez en el gesto oculto esté la clave. Esa clave, que, por el bien de todos, es mejor que siempre esté guardado....
Genial relato. Enhorabuena.
OSHIDORI:
un saludo desde Monterrey, muchas gracias por vistar mi espacio, bienvenido....un abrazo
Soy de tu opinión: que hay mil cosas a nuestro alrededor que nos encienden y sugieren muchas historias. ¿Has pensado en la posibilidad de que la carta fuera para tí? Saludos cordiales.
Hay personas q han nacido para escribir, son artistas de las palabras, regalan momentos maravillosos y son capaces de trasladarte a otros lugares, crearte sensaciones maravillosas...
Escribe, Chafarderillo, escribe ;)
Un besazo, guapo, q hace mucho q no te doy la vara!
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