Pedro Muñoz Seca no daba paz a su pluma. No bien había echado el telón a una comedia empezaba con otra, acuciado por la continua demanda de títulos que le hacían todas las empresas teatrales de Madrid, y por mantener a sus nueve hijos.
Un día le preguntó un señor:
―Oiga, don Pedro, ¿no cree que usted podría haber llegado a ser universalmente famoso de haberse dedicado a otro género teatral distinto del que cultiva?
Muñoz Seca adivinó lo que podría haber detrás de la pregunta y le contestó sin inmutarse:
―Acaso no le falte razón. Yo también lo he pensado muchas veces desde que llevo escribiendo teatro. Pero si cultivo este género es por una razón muy poderosa: Yo siempre he dicho y pensado que prefiero que el día de mañana mis nueve hijos se paseen en coche alrededor de todas las plazas del mundo, que no tengan que pasearse a pie y sin dinero alrededor de mi estatua.
El autor de La venganza de don Mendo, era propietario, fruto de los esfuerzos y fertilidad de su pluma, de una casa en Madrid que tenía arrendada. Tenía varias plantas y los vecinos le solicitaron que instalara un ascensor para comodidad de todos. Él se puso a estudiar el asunto e inició el proyecto. Comoquiera que en ese lapso de tiempo tuvo lugar el advenimiento de la República, uno de los vecinos colocó un cartelito en el portal del edificio dirigido al dueño, de conocida tendencia monárquica que rezaba: “Una, dos, tres, ¡Fuera el Rey!”. Al día siguiente podía leerse bajo la esquela lo siguiente: “Una, dos, tres y cuatro, ¡Hay ascensor para rato!”.
Fue Muñoz Seca autor de fertilísimo ingenio, de copiosa inventiva, de personalidad inconfundible hasta ser creador de una manera y un estilo que abriría la puerta posteriormente a los más jóvenes autores del teatro del absurdo como Jardiel Poncela y Mihura.
Al estallar la Guerra civil, fue detenido en Barcelona, donde se estrenaba La tonta del rizo, acusado de tener ideas monárquicas y trasladado a Madrid, a la recién creada Cárcel para hombres, número 2 ―establecida en el colegio de los Escolapios de san Antón. Un día les dijo a sus carceleros: “Me podéis quitar todo, la familia, la libertad, mis bienes. Pero, ¿sabéis lo que no podréis quitarme jamás? El miedo, este miedo horrible que tengo”.
El 28 de noviembre de 1936 fue sacado de la cárcel, como otros miles de prisioneros, y fusilado sin juicio alguno. Antes de ser ejecutado se dirigió a sus verdugos diciéndoles: “Me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades”.
A Pedro Muñoz Seca le asesinó la barbarie. Porque la barbarie no sabe reírse. Ni entiende de cultura. Ni lee un solo libro. "Y odia tanto, que no tiene tiempo para pensar".
4 comentarios:
Buena esa definición de barbarie, amigo.
Grande el señor Muñoz Seca.
Un artista, vaya.
Y con toda seriedad, te pido que añadas algo a la definición de barbarie..
Y odia tanto, que no tiene tiempo para pensar.
En realidad, lo que me ha enseñado mi oficio, es que el bárbaro es un ser aterrado, que huyendo de su miedo arrolla y destruye cuanto encuentra a su paso.
Pues a mi me ha parecido perfecta
la definicion.si acaso añadiria :
ni tiempo ni capacidad.Mer
Ostras, no sabía que había sido fusilado.El año pasado estrenamos "La venganza de don Mendo. La Otra", un semi musical pop-rock con música en directo y vestuario con toques de chupa de cuero y zapatos de tacón de aguja. Un éxito. Y nos lo pasamos bárbaro.
Qué ingenioso el Sr muñoz seca. Y qué buenos ratos nos hizo pasar....
Besicos.
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